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Iba con todas mis fuerzas que me quedaba a la academia que me adoptaron. Un clan de cinco vampiros que eran dueño del colegio para humanos. Entre ellos estaban; la más joven era Rosalie que es como mi hermana, el otro más joven es Ar, más amigo que un hermano adoptivo, y después estaban la señora Dolores y el señor Alexander. Conmigo éramos en total seis que manteníamos la apariencia y el control de no asesinar.
Después le seguía unos once vampiros que también fueron encontrados como yo, confundidos y moribundos. Éstos mismos no vivían dentro de la casa, la mansión Von, y entre los vampiros que mencioné o sea los once, aún se negaban a su naturaleza. Hay una niña, la única, se llama Emilia - Ella si tuvo una experiencia bastante conformarte cuando la convirtieron para salvarle la vida, lo olvidó rápido y aprendió inmediato..., eso a mí, me dolió las entrañas. ¿Por? Porque lo viví a su lado cuando eso tuvo que ocurrir. Entre los once, ella era mi favorita y la flor que me hace sentir como vivir en el verano bajo el sol.
Voy al grano. Alexander me mandó a llamar para continuar dándome recados de siempre, por ejemplo; seguir fingiendo ser amistoso con las pretendientes tres candidatas elegidas, no dejar de visitarlas, ganarme su confianza y tal vez, un tal vez... deba enamorarme de una de ellas, porque eso sería más fácil cuando en el futuro me toque casarme para subir de rango en la familia, hacerme más fuerte, fuerte es lo que quiero. Así lo indica el ritual de aquel conjuro prohibido del libro que hallé accidentalmente.
Crucé la puerta de su oficina de directorio. El señor, Alexander se encontraba parado ahí frente a la ventana de espalda a mí y pronunció mi nombre de pila al olfatearme.
— Ash, no entres sigiloso. Sabés de sobra que me doy cuentapor tú forma de pisar los suelos.
— ¿Señor?
— M' hijito, no lo pongas difícil. Ya es tiempo de que tomes una decisión.
Permito este espacio para contarles esta confusión de a lo que se refería el señor, Alexander.
De momento, todas las veces que desaparezco y del porque hago lo que hago en tardar en aparecer en las misiones que me ortogan, yo les cuento: Tengo una vida aburrida inmortalizada y no quiero desperdiciarla siendo sólo eso, un sabueso con el rabo entre las piernas. Y para conseguir sangre, laburo en un hospital como ayudante de cocina - Soy bueno como chet. Ahora..., no lo van a poder creer. Vivo en un hotel, en secreto. Hago lo que quiero y se me pega las ganas. Fin. Lo sé, lo sé. No estoy cumpliendo con las perspectivas y no están saliendo bien como lo desean de quiénes confían en mí. ¡Pero soy así! Tampoco nadie saben que me voy a divertir y formo parte de un club exquisito en lo cual me embriago hasta vomitar a los diez minutos antes de salir el sol. ¡Es mi vida!