Un día soleado como cualquiera, un muchacho de cabello revoltoso castaño oscuro, piel trigueña, nariz larga y labios algo gruesos, mal vestido, embarcó en el muelle de Las Sirenas Verdes, estaba entusiasmado y con una gran sonrisa abierta pisó el puente, camino por el puente y contemplando a sus alrededores, miraba él a todo lo novedoso que le llamaba la atención. No podía creerse que había sido invitado a conocer la Colonia de La orden y Ley Sobrenaturales para presenciar un juicio que no se hacía hace 500 años.
Cuando se aproximó a la cola que ya estaban tomando listado a los pasajeros que vinieron en aquella fragata, se presentó como Jonathan Grand ante un soldado de pelo rubio que tenía bigote negro. Éste le vió por un momento con mirada juzgada, viendo la apariencia de un muchacho arrapiento, vestido con una camisa celeste blancuzca rotosa, pantalón con tirantes manchados grasiento, y unos zapatos picados al de ser por polillas. Y pensó el soldado moviendo el bigote antes de accederle: Cómo se les ocurren invitar está clase de persona como éste... gusano pobretón a esté comite del juicio formal ¿qué tiene de maravilla esto que no se ve como nosotros que somos de importancia? Se nos reirán en la cara por Dios.
- ¿Algún problema? -El muchacho, Grand se sentía insultado por como lo miraba de arriba abajo, no sólo el guardián también lo hacía, los que esperaban en las colas también le juzgaban. - "No saben con quién están tratando" -Pensó al final, Jonathan Grand.
- Claro, no, claro que no. -Mintió en guardia y luego ensanchó una sonrisa para si habiéndose dado cuenta que este chico es enfermo de asma y que no podrá tolerar lo que sucederá en el castillo de la Colonia. - Bueno, que lo disfrute la visita. -Sin abreviar más le devuelve la hoja de permiso y invitación, luego lo siguió con la vista hasta que se le perdiera de vista.
Era un túnel de madera playero que debía atravesar por él junto con los demás pasajeros que luego de salir de allí, cada uno tomarían su camino por la ciudadela.
A Jonathan Grand nadie le esperaba del otro lado del túnel cuando la luz tibia y pálida del sol lo envolvió. Se detuvo un momento, alzó el brazo y colocó la mano recta por encima de sus ojos para ver hacia el cielo. El cielo éste era distinto como si un escudo invisible le rodeada causando que el sol fuese más tibio y pálido.
Después de un minuto de estar mirando para arriba bajo el brazo, alzó los hombros, hizo una mueca acompañado con un sonido, luego se tocó los tirantes de su camisa y avanzó precavido hacia las calles empedradas de la parte de la Colonia que era como una ciudad gris y neblinosa.
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Jonathan cuando ingresó al castillo parte de la ciudad de la Colonia, ya había comenzado con el juicio...
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