Me fui a dormir en un viejo hotel porque sólo pensar en tratar de quedarme en el dormitorio de la universidad me daba mala augurio o sensación de que iba hacer asesinado... en cualquier preciso instante por lo que había hecho.
— Relájate, relájate...
Me decía yo dando vueltas y vueltas en la cama. La inquietud era señal y sentí que me carcomia la culpa por lo que había hecho.
Ése niño se hubiera convertido en una especie de vampiro como mi mejor amigo Brandon. Hice lo que debía hacer ¿o no? ¿Hice lo correcto?
Aunque levantada una denuncia al departamento de la policía es más que evidente que no me creerán. Un caso así que tenga que ver con los sobrenaturales, esas cosas no lo toman en cuenta, protegen la mente de la humanidad, y si, te toman por loco.
Soy razonable, pienso las cosas antes de elegir hacer estupideces.
Veía al techo con los brazos en mi nuca, las luces del hotelucho eran rojas, así que veía figuras extrañas que se formaban como salpicaduras de gotas de sangre en el techo de piedras, luego se añadía cada paso de vehículos en las calles otra figura en forma de cuchillo grueso que apuntaba hacía a un lado...
Tanta, tanto me centré en esas imágenes que pronto comencé a alucinar y a presenciar cosas.
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— Despierta, despierta, muchacho.
Oí la voz del joven Green como si fuera lejana dentro de un pozo.
— Ponte de pie, ponte de pie, Alexander y sostén este libro. Es hora.
— ¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Qué me sucedió? Auch, auch... —Decía desde el suelo llevándome la mano en la cabeza que me dolía tremendamente.
— ¡Anda! ¡Deprisa! Tenemos que concluir. —Spenso, me apuraba sin dar más vueltas. - Alexander, no te quedes ahí y ayúdame.
Me puse de pie apoyando las manos en el piso y me ayude a levantarme. Cuando miré a mi alrededor percaté que estaba en lugar muy oscuro con algunas velas lo suficiente para iluminar nuestros rostros.
Abrí la boca de asombro en confusión, y di unos pasos adelante tambaleando. Las paredes estaban hechas de rocas grises y húmedas, se hallaba muebles y equipos que jamás había visto que tenían colores brillantes. Estábamos los dos solos.
— ¿Qué es este lugar joven, Green?
— ¿Eh? ¿No lo recuerdas?
Spenso Green me metió en las manos un libro pesado que su tapa era gris como el color del cemento. No lo abrí y me limité a espabilarme parpadeando varias veces para entrar en razón de lo que veía, la información que captaba mi cerebro parecía que iba a dar un cortocircuito en cualquier momento buscando entender.