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Ash Leonardo subió como una pluma sin causar ni un ruido de la madera de su cama, se colocó encina de la niña con piernas abiertas. Liz percató su presencia pero al voltear su cara, el vampiro actuó inmediato cubriendo su boca con una mano y con la otra mano sostuvo sus brasitos. Ella del susto se fue desmayándose lentamente hasta detener su lucha y entrar en un estado agitado inconsciente.
Una vez dormida, Ash voltea a la niña boca abajo, luego en la parte del centro de la nuca con una uña le clava en las carnes. Después de quitarlo, le salpicó una gota en su mejilla, él se pasa el dedo y luego lo lenguetea saboreando con placer despertando su instinto. Sin perder más tiempo, se da prisa a succionar la herida del tamaño de la uña, sin morderla.
Los ojos de Ash que los había tenido oscuro tornaron en rojo vivo al ir tragando la sangre y mezclar su saliva. El placer que le otorgaba en el interior del cuerpo, lo estremeció completo.
"Éstamalsentir... lo que... estoy sintiendoenesemomento, estamalsentir... placerdeunaniña." —Pensó sin poder evitar beber más de la cuenta.
No sintió exactamente lo mismo con la anterior niña. Éste placer exquisito y dulce que se apoderaba de su cuerpo, era como si tuviera viviendo una fantasía sensual.
Aquel instante de hacerlo, tuvo una repentina premonición. La vió a Liz en un futuro lejano, ya adulta, corriendo por un parque de una feria siendo casi de noche. Parecía exhausta y frustrada, buscaba con desesperación a alguien entre la gente... o huía de alguien quizás. Los vampiros la asechaban entre los árboles y carpas de tiendas. El ambiente olía a sangre, a sangre muerta.
Ash Leonardo se apartó asustándose.
Raro, nada en la vida lo asustaba desde que lo convirtieron.
Olvidando lo visto, sacó del gabán su pañuelo bordado y le limpió la pequeña herida a la niña inconsciente.
Se levantó de la cama tocándose el costado del labio, la sangre todavía brotando de su boca.
Él lo llamaba "La marca del beso" pero tenía otro antiguo significado.
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