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Estaba parado junto a su salón grande de la mesa redonda del Círculo con La Orden.
Me mandaron a llamar por asuntos que todavía no estaba muy seguro.
Ahora habían aumentado los miembros siendo Dieciséis, no me sorprende. Estaban presentes mirándome sentados todos en la mesa, ocultando sus rostros por las sombras del lugar.
Algunos de ellos escondían sus rostros trás una máscara invisible que ocultaban sus arrogancias, desprecios y traicioneros.
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Estar presente pisando su suelo, me traía recuerdos nostálgicos. Sucedió muchas cosas hace mucho tiempo, para empezar fue acá que comenzó toda la historia, me aceptaron por mi sacrificio, enseñaron y me dieron una familia, no un propósito. Fue acá que a Ash también les abrieron las puertas porque yo mismo lo traje y luché para convencerlos que venía conmigo, pero nada más que a él ha sido complicado, Ash no era un sacrificio como lo fui yo, la orden lo veían como un gusano de humedad, una cosa que se quejaba todo el tiempo como un crío, hasta que un día uno de los miembros del Círculo se dió cuenta la importancia que el muchacho tenía, era la carretera directa hacia poner fin a todo, a las guerras, a todo. Así que a Leo lo utilizaron, fue como lo arrastraron como una pieza de juego para toda está porquería hasta hoy en día. Tuve que ser su pedal con que él pudiera sustentarse para superar cada misiones que lo obligaban, como un papá.
