"Uno de mis deseos más grandes fuiste tú, y ahora que te tengo, no pienso dejarte ir."
Fue interesante la manera en la que nos conocimos, no voy a negarlo, ¿quién se lo imaginaría?. Único y especial, como todo lo que tenía que ver con él.
Y el tie...
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—¿Qué carajos fue eso?— el chico a mi lado levantó la cabeza confundido, encontrando la figura de Jaehyun.
Él ladeó la cabeza, todavía mirándome intensamente.
—Leia. — me llamó desde afuera pero su voz llegó a mí como si estuviera a centímetros.
—Corre. — susurré al chico a mi lado, él me miró extrañado.
Pero ninguno de los dos era tan rápido como Jaehyun, quién literalmente sacó la puerta del piloto y lanzó al chico al pavimento.
Salí del auto con mis tacones en mano —¡Jaehyun!— grité acercándome a él.
—¿Querías escaparte con este idiota?— preguntó mirándolo desde arriba, el otro estaba sumamente confundido y asustado, perdido en la situación.
—No es su culpa— dije temblorosa.
—Te dije que no podías escapar de mí, Leia, siempre voy a encontrarte. —Lo tomó del cuello levantándolo a su altura, empecé a llorar otra vez al ver sus colmillos crecer.
—No lo hagas, por favor— casi me pongo de rodillas para parar aquel asesinato.
—Pequeña mentirosa— murmuró con rabia.
Y arrancó el cuello del chico.
El cual cayó al piso con chorros de sangre saliendo del hueco que tenía.
Tapé mis ojos soltando los tacos y gritando. Sentí que se acercó a mí, así que me fui para atrás.
—¡Rompiste nuestro trato!— le grité.
—¿Yo?— preguntó incrédulo, y abrí mis ojos.
—¡Mataste a mis papás, rompiste nuestro trato!— mi cabello ya estaba despeinado de todo el movimiento frenético que hacía, él frunció las cejas con confusión.
—No maté a tus padres...
—¡Lo hiciste, vi las malditas noticias! Te odio tanto— susurré lo último con todo el rencor posible.
Sus ojos se oscurecieron, me agarró del cuello, como a aquel chico, y me levantó del suelo.
—Tú fuiste quien rompió el trato, Leia. Tú te escapaste con un imbécil, cuando yo confié en que volverías. —dijo entre dientes, arañé sus manos buscando que me suelte por la presión repentina en mi cuello —Tú eres una maldita mentirosa, no me eches la culpa a mí. Me mantuve alejado de tus padres como lo dije. —tosí pataleando. —¿No crees que la pequeña perra aquí eres tú?
De su boca goteaba la sangre.
Me soltó de golpe, y yo caí al suelo, tosiendo y buscando aire. Mi garganta ardía y mis ojos estaban húmedos. Él se agachó en frente mío.
—No pensé que fueras tan manipuladora— escupió con enojo —Me dices a mí de todo cuando tú puedes llegar a ser mucho peor. —Miré al piso con la respiración agitada, me sentía débil. —Mírame— ordenó con su voz de control, yo lo miré. Sus ojos brillaban de un rojo fuerte, era la primera vez que lo veía tan enojado y con ese color de ojos —Di que eres una perra. —Negué. —Leia, di que eres una pequeña perra— le miré desafiante, aún en esta situación, sintiendo el asfalto en las palmas de mis manos.
