Capítulo 13: La iglesia del Dios Dragón

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Esa era una tarde tranquila (para los estándares de mi vida) Ya había tenido que atender cerca de 50 personas el día de hoy por lo que finalmente tenía unos momentos de calma en la tienda mientras me sentaba a disfrutar una taza de té tras el mostrador, de pronto, uno de los guardias entró corriendo y jadeando.

-¡Señor tendero!... Tenemos un problema... -Decía asustado, temí lo peor por lo que me levanté rápidamente.

-Ok, Robert ¿Qué pasó?

-La... santa.... orden.... -Decía aún jadeando.

-¿La santa orden? -Pregunté confundido, pero antes de darme cuenta vi a un grupo de tres soldados entrar en la tienda, vestían armaduras de un blanco reluciente y capas azules.

-Tendero... -Dijo el que parecía ser el líder del mismo, inmediatamente Robert se puso entre medio de nosotros.

-Señor tendero, no importa lo que digan, no dejaremos que se lo lleven para juzgarlo como un brujo. -Dijo mientras apuntaba su hacha de mano al caballero, pero este se mostró confundido mientras se sacaba el casco.

-En realidad sólo veníamos a conseguir provisiones, por eso buscábamos al tendero... si te hubieras quedado toda la explicación en lugar de salir corriendo al escuchar que lo buscábamos lo sabrías. -Se quejaba el capitán de los caballeros, un hombre mayor, de unos 40 años, mandíbula cuadrada, barba de tres días y pelo rubio.

-Perdone, si lo que busca es comida tendrá que ir al mercado de granjeros, es la tienda a dos casas de aquí, a mano izquierda. -El capitán arqueó la ceja.

-¿Tienen un tendero para comida y otro para lo demás?

-Sí, así evitamos tener que competir entre nosotros. -Dije mientras me encogía de hombros.

-Tiene sentido... -Dijo el capitán mientras se agarraba el mentón, tras eso los caballeros salieron del local mientras nos quedábamos algo confundidos.

-¿Para qué habrán venido entonces? -Decía algo molesto yo. Tras irse los caballeros, Carla apareció en la tienda.

-Rob ¿Por qué hiciste eso? Nos hiciste ver bastante sospechosos. -Se quejaba la guardia.

-Señorita, lo siento, pero temí lo peor. -La muchacha suspiró.

-Bueno, supongo que lo dejaré pasar porque Marcos siempre atrae los problemas. -Me ofendería pero es verdad.

-¿Qué estaban buscando de todas formas? -Pregunté mientras revisaba que la puerta siguiera sana.

-Por lo que dijo el capitán de guardia, fueron llamados por la Santa Iglesia de los Dioses Dragón para investigar sobre el supuesto nuevo dios dragón que apareció en este pueblo. -¿No se refieren a la excavadora o sí?

-Creí que ya habíamos terminado con eso del culto dragón. -Mientras decía eso otra vez azotaron la puerta al abrirla y apareciendo esta vez un aldeano con traje de sacerdote.

-¡Señor tendero! Necesitamos su ayuda. -Decía jadeando.

-¿Manuel? ¿Podrían dejar de azotar mi puerta? -Me quejé mientras él seguí jadeando.

-Señor, lo necesitamos en la iglesia del culto dragón.

-¿Siguen con eso? Bueno supongo que puedo ver que hacer.

-No lo entiende, ellos quieren pruebas de que el dios dragón de acero es real.

-¿No lo es? -Dije casi en tono de broma.

-Claro que no, es una excusa para sacar dinero fácil. -Decía sin vergüenza alguna.

-Son todos iguales. -Me quejaba.

-Como sea, mueva su bestia para impresionar a los caballeros. -¿Habla de la maquina o de mi pene?

-Veré que puedo hacer. -Dije al final mientras dejaba a Luna y Selina a cargo de la tienda.

-Tras llegar a la casa que tomaron como sede me encontré a los caballeros observando la maquinaria impresionados.

-Sin duda es impresionante... pero desde aquí sólo parece una estatua. -Decía el caballero.

-Eso es porque falta su heraldo. -Dije mientras entraba, en ese momento todos me miraron entrar.

-¿Qué tonterías dices? Los dioses dragón no tiene heraldos.

-¿Has visto un Dios Dragón antes?

-No...

-¿Entonces? -Tras eso el caballero se calló mientras subía a la cabina, en ese momento otro de los caballeros enfureció.

-¡¿Qué sacrilegio es este?! ¡No puedes montar un Dios Dragón!

-Es un sacrilegio que un hombre lo monte, pero soy su heraldo y por eso sólo yo puedo montar este dragón. -Dije mientras colocaba la llave de encendido y tras el estruendo inicial, movía ligeramente la pala hacia arriba y abajo. -No despertará si no estoy. -Tras eso lo apagué y bajé, los caballeros estaban confundidos, aterrados sería quizá la palabra.

-Usted... pero... esto contradice todo lo que hemos visto hasta ahora... -Decía aterrado el caballero.

-A veces los escritores se olvidan de detalles, es común. -Dije encogiéndome de hombros.

-Debe venir con nosotros. -Dijo el líder de los caballeros.

-No quiero, tengo que trabajar.

-Pero es el heraldo de un dios...

-Y también el dueño de una hipoteca muy cara. -Me quejé.

-Si lo contamos nadie lo creerá... señor tendero... no... santo heraldo dragón... ¿Le importaría si traemos a eruditos y cardenales para que vean esto? -Viendo que no iban a ceder más terminé por soltar un suspiro.

-Mientras no me tome demasiado tiempo... -Con eso dicho el caballero le entregó al "sacerdote"  una bolsa grande de oro.

-Como residencia del Dragón de Hierro Sagrado y nueva alta cede, le entregamos lo acordado. -Dijo mientras se retiraban.

-¿Cómo qué lo acordado? -Manuel quiso desviar la mirada pero le agarré la cabeza.

-Dijeron que si era real me darían 1000 monedas de oro y...

-Quiero la mitad.

-¿Qué?

-Literalmente creaste esto porque yo lo traje y manejé, merezco como mínimo la mitad. -Me quejé.

-¿No podemos negociarlo? -Para hacer la historia corta, salí de ahí con 70%...

Mi gran mercado en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora