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VOLVIERON CON EL anciano a pesar de las protestas que Ginevra había generado en el camino

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VOLVIERON CON EL anciano a pesar de las protestas que Ginevra había generado en el camino.

—¡Bienvenidos de vuelta! —les llamó con alegría—. Oigo un aleteo nervioso. ¿Han traído a mi harpía?

—Tu hermana será— masculló Ginny, aunque Percy la detuvo.

—Está aquí. Pero no es tuya.

Sus ojos lechosos se fijaron en un punto por encima de la cabeza de Percy.
—Ya veo... bueno, de hecho, soy ciego, así que no lo veo. ¿Han venido a matarme, entonces? Si es así, buena suerte completando vuestra misión.



—Hemos venido a apostar.

—Una apuesta... interesante. Información interesante a cambio de una harpía. ¿El ganador se lo lleva todo?

—No—dijo Percy—. La harpía no entra en el trato.

Fineo rió.
—¿De verdad? Quizá no entienden su valor.

—Es una persona—dijo Percy—. No está en venta.

—¡Por favor! Son del campamento romano, ¿no? Roma fue construida en el esclavismo. No me echen todas las culpas a mí. Además, ella ni siquiera es humana. Es un monstruo, un espíritu del viento, una subalterna de Júpiter.

Ella puso mala cara. Haberla metido en el aparcamiento ya había sido bastante difícil, pero ahora comenzaba a retroceder, temblando.
—"Júpiter. Hidrógeno y helio. Sesenta y tres satélites." No tiene subalternos, no.

Hazel rodeó a Ella con uno de sus brazos. Las chicas parecían ser las únicas que podían tocar a la harpía sin causar griterío y aleteo. Frank estaba al lado de Percy, sujetando la lanza, preparado, como si el anciano fuera a atacar. Ginna sacó los frascos de cristal de los bolsillos de su campera.

—Tenemos una apuesta distinta. Tenemos dos frascos de sangre de gorgona. Uno mata, el otro sana. Son exactamente iguales. No sabemos cuál es cuál. Si escoges el correcto, podrías curarte la ceguera.

Fineo extendió las manos con avidez.
—Déjame sentirlos. Déjame olerlos.

—No tan rápido—dijo Percy—. Primero acepta el trato.

—Trato—Fineo respiraba con dificultad—. Con el don de la profecía y la vista... sería imparable. Podría controlar la ciudad. Me construiría el palacio aquí, rodeado de restaurantes sobre ruedas. Podría capturar la harpía yo mismo...

—No...—dijo Ella nerviosa—. No, no y no.
Una risa malévola es difícil de hacer vestido con unas zapatillas de conejitos rosas, pero Fineo hizo lo que pudo.

—Muy buena esa, semidiós. ¿Cuál es tu trato?

—Tú eliges el frasco—dijo Percy—. Sin abrirlos, sin olerlos antes de decidir.

PRESSURE - leo valdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora