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ESA NOCHE, GINNY SE sintió estúpida

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ESA NOCHE, GINNY SE sintió estúpida. Su madre a este punto la regañaría. Pasar tanto tiempo pensando en un... Chico. Era improductivo, pero debía admitir que después del sueño que tuvo, que esperaba fuera revelación. Tocó sus labios por quinta vez consecutiva... Todas las horas que se quedó en vela fueron por un chico... Más específicamente por ese chico.

Leo batallaba y cada vez que escuchaba que el motor sonaba mal, se entristecía. Estaba lleno de aceite, sudor y lágrimas por la guerra contra el barco para que comenzara nuevamente su rumbo, pero para ella, Valdez se veía igual de bien como en su sueño.

—No te distraigas, rubia— le tiró el cabello por detrás el hijo de Neptuno.

—Te odio.

—Me lo agradecerás eventualmente... Prepárate.

—¿Para qué?

—Para Delos.

POR LOS DIOSES. Estaba tan ensimismada que había olvidado por completo que vería a su padre. Era por el fin de la misión,  claro estaba, pero vería  a su padre.

Hacia el lado de estribor, la ciudad de Míkonos se alejaba formando una curva: una colección de edificios de estuco blancos con tejados azules, ventanas azules y puertas azules.
—Hemos visto unos pelícanos andando por la ciudad —informó Percy—. Entraban en las tiendas, se paraban en los bares...

Hazel frunció el entrecejo.
—¿Monstruos disfrazados?

—No —dijo Annabeth, riéndose—, eran pelícanos normales y corrientes. Son las mascotas de la ciudad o algo por el estilo. Y hay una parte de la ciudad en plan Little Italy. Por eso el helado está tan bueno.

—Europa es un lío —Leo sacudió la cabeza—. Primero fuimos a Roma a buscar la plaza de España. Ahora venimos a Grecia a buscar helado italiano.

Sin embargo, la calidad del helado era indiscutible. Se comió su helado doble de delicia de chocolate y trató de imaginarse que estaban de vacaciones. Eso le hizo desear que la guerra terminase y todo el mundo estuviera vivo, cosa que le puso triste. Era 30 de julio. Faltaban menos de cuarenta y ocho horas para el día G, cuando Gaia, (la princesa del agua de retrete portátil según Leo) despertaría en todo su esplendor terrestre.
Lo raro era que cuanto más se acercaban al 1 de agosto, más optimistas se mostraban sus amigos. Tal vez «optimistas» no fuera la palabra adecuada. Parecía que se estuvieran relajando para dar la última vuelta al circuito, conscientes de que los siguientes dos días determinarían la victoria o la derrota. No tenía sentido andar con cara mustia cuando te enfrentabas a la muerte inminente. El final del mundo hacía que el helado supiese mucho mejor.

Piper dejó su tarrina de helado.
—Bueno, la isla de Delos está justo al otro lado del puerto. El hogar de Artemisa y Apolo. ¿Quién viene? Además de Ginny, claro está.

—Yo —dijo Leo enseguida.
Todos lo miraron fijamente.

—¿Qué? —preguntó Leo—. Soy diplomático y tal. Frank se ha ofrecido para acompañarme.

PRESSURE - leo valdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora