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GINNY LLEVABA EN AMBAS manos cafés cargados

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GINNY LLEVABA EN AMBAS manos cafés cargados. Iba camino a ver a Valdez. No era de mucha ayuda con las reparaciones que debían hacerse en el barco ni en la misión, pero sabía que si Leo y ella tenían algo en común era su obsesión por el café mientras trabajaban.

—Ten —le dio ella la taza de café—. No es tan bueno como el de una cafetería, pero es algo.

—Todo sirve —dijo él haciendo una mueca después de dar el primer sorbo—. Le falta azúcar.

—No es una buena mezcla: Leo + café + azúcar. Probablemente acabaríamos todos locos.

—Así es... En fin, el entrenador me ayudó con el martillo por allá. Ya sabes, le gusta todo lo que tenga golpes de por medio... Pero sería mucha ayuda si me das una mano con lo último antes de terminar.

—Claro —se acercó ella mientras veía unos engranajes pequeños—. ¿Qué debo hacer?

—Colocarlos en su orden y poner la cinta para que puedan empezar a funcionar. Son muy chicos y me inquieta no poder sacarlos de inmediato —decía Leo mientras la rubia comenzaba su tarea—. Casualmente no le pediría a alguien además de Annabeth hacer estas cosas, pero tú eres bastante meticulosa.

—Sí, bueno. Mi lema es: "Hazlo bien o no lo hagas y deja que otro lo haga mejor"... ¿Eran-- Son muy cercanos Annabeth y tú?

—No tanto como Piper, pero ella me ha sido de mucha ayuda y entiende mis ideas... Se parece un poco a ti, de hecho.

—Eso me dijo Percy —sonrió melancólica la ojiverde para luego apartarse del trabajo—. Pero mejor pensaré en la misión. Después de esto seguiremos a Epiro, ¿cierto?

—Sí, pero recuerda que no puedes esqui--

—Bien —interrumpió ella—. Esto está listo. ¿Necesitas ayuda con algo más? Porque creo que Jason y Nico llegaron. Puedo oír sus voces.

—¿Eres un murciélago o qué? ¡Es imposible que oyeras algo desde acá!

—¡Chicos, suban! ¡Nico y Jason han vuelto! —gritaron desde arriba.

—Qué miedo...

—Gracias —sonrió ella mientras subía junto al hijo de Hefesto.

Las nubes grises engulleron el cielo. Las olas se encresparon. Una fría llovizna cayó sobre la cubierta y formó una capa de hielo en las barandillas y las cuerdas.
—Es este cetro —murmuró Nico, levantando el antiguo bastón—. Tiene que serlo.

Desde que Jason y Nico habían vuelto del palacio de Diocleciano, se habían mostrado nerviosos y reservados. Algo grave había pasado allí: algo que Jason no quería contarles.
Tenía sentido que el cetro hubiera provocado el cambio climático. La esfera negra que tenía en la parte superior parecía absorber el color del aire. Las águilas doradas de su base emitían un brillo frío. Supuestamente, el cetro podía controlar a los muertos, y sin duda desprendía malas vibraciones. El entrenador Hedge le había echado un vistazo, había palidecido y había anunciado que se retiraba a su camarote a consolarse con sus vídeos de Chuck Norris.

PRESSURE - leo valdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora