12

386 43 3
                                    

GINEVRA SE LEVANTÓ sin perder tiempo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

GINEVRA SE LEVANTÓ sin perder tiempo.
Atacaron por todos los flancos: Mientras la rubia lo cegaba con luz solar, Leo le disparó fuego a las piernas, Frank y Piper le dieron estocadas en el pecho, Jason voló por los aires y le propinó una patada en la cara.
Cada vez que el velo de humo del gigante empezaba a rodear a uno de ellos, Nico aparecía allí, atravesándolo a espadazos, absorbiendo la oscuridad con su hoja estigia.

Percy y Annabeth estaban de pie, con aspecto débil y aturdido, pero tenían las espadas desenvainadas. Parecía que quisieran ayudar, pero no hacía falta. El gigante estaba rodeado.

Clitio gruñía, volviéndose de acá para allá como si le costara decidir a cuál de ellos matar primero.
Esperen! ¡Quédense quietos! ¡No! ¡Ay!"

La oscuridad que lo envolvía se disipó por completo, sin dejarle más protección que su maltrecha armadura. Le salía icor de una docena de heridas. Los daños se curaban casi tan rápido como eran infligidos, pero se notaba que el gigante estaba cansado.
Jason se lanzó volando contra él por última vez, le dio una patada en el torso, y el peto del gigante se hizo pedazos. Clitio se tambaleó hacia atrás. Su espada cayó al suelo. Se desplomó de rodillas, y los semidioses lo rodearon.

Entonces Hécate avanzó con las antorchas levantadas. La Niebla se arremolinó alrededor del gigante siseando y burbujeando al entrar en contacto con su piel.
—Aquí termina la historia —dijo Hécate.

"No se ha terminado." La voz de Clitio resonó desde algún lugar en lo alto, amortiguada y pastosa. "Mis hermanos se han alzado. Gaia solo espera la sangre del Olimpo. Ha hecho falta que luchéis todos vosotros para vencerme. ¿Qué harán cuando la Madre Tierra abra los ojos?"

Hécate volvió sus antorchas del revés y las lanzó como si fueran dagas a la cabeza de Clitio. El pelo del gigante se encendió más rápido que la yesca seca, se propagó por su cabeza y a través de su cuerpo hasta que el calor de la hoguera hizo estremecer a los chicos. Clitio cayó de bruces entre los escombros del altar de Hades sin hacer ruido. Su cuerpo se deshizo en cenizas.

Por un momento, nadie dijo nada.
La diosa Hécate se volvió hacia Hazel.
—Debes irte, Hazel Levesque. Saca a tus amigos de este sitio.

Hazel apretó los dientes, tratando de dominar su ira.
—¿Y ya está? ¿Ni «gracias» ? ¿Ni «buen trabajo»?

La diosa inclinó la cabeza.
—Si buscas gratitud, te equivocas de lugar —dijo Hécate—. En cuanto a lo de «buen trabajo», todavía está por ver. Corran a Atenas. Clitio no estaba equivocado. Los gigantes se han alzado; todos, más fuertes que nunca. Gaia está a punto de despertar. La fiesta de la Esperanza tendrá un nombre de lo más desacertado a menos que lleguen a tiempo para detenerla. La Casa de Hades es inestable. Márchense ya. Volveremos a vernos.

La diosa se desvaneció. La niebla se evaporó.
—Qué simpática —masculló Percy.

Los demás se volvieron hacia él y Annabeth, como si acabaran de percatarse de que estaban allí.
—Colega —Jason dio un abrazo de oso a Percy.

PRESSURE - leo valdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora