2

790 88 7
                                    

POR PRIMERA VEZ, LAS OJERAS de Ginevra se hacían visibles

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


POR PRIMERA VEZ, LAS OJERAS de Ginevra se hacían visibles. Movía su pierna impaciente mientras bebía su tercera taza de café.
Anteriormente se había curado la herida en la mejilla, aunque aún sentía punzadas al hablar, por lo que se mantuvo sentada en silencio mientras que Annabeth interrogaba a Leo por el ataque.

En ese momento sólo podía pensar en lo tonta que había sido al no reaccionar de como una líder mientras los legionarios atacaban a sus amigos. Se repetía una y otra vez: "¿Por qué no ayudé?".

—Yo... Me acuerdo, pero es como si hubiera estado viéndome a mí mismo hacer cosas. No podía controlarlo.

El sátiro al que llamaban Entrenador Hedge dio unos golpecitos con el bate contra la cubierta. Con ropa deportiva y su gorra calada sobre los cuernos.
—Mira, muchacho, te has cargado algunas cosas —dijo Hedge—. Has atacado a los romanos. ¡Increíble! ¡Genial! Pero ¿tenías que cortar los canales por satélite? Estaba viendo un combate de lucha.

—Entrenador, ¿por qué no va a asegurarse de que todos los fuegos se hayan apagado? —dijo Annabeth.

—Ya me he asegurado.
—Pues vuelva a hacerlo.
El sátiro se marchó andando penosamente y murmurando entre dientes. Ni siquiera Hedge estaba lo bastante cabreado para desafiar a Annabeth.

La chica se arrodilló al lado de Leo. Sus ojos grises parecían de acero, como cojinetes de bolas.

—Leo, ¿Octavian te ha engañado? —dijo ella tranquilamente—. ¿Te ha tendido una trampa o...?

—No. Ese tío es un capullo, pero él no ha incendiado el campamento. He sido yo.

Frank, frunció el entrecejo.
—¿A propósito? —le espetó.

—¡No! —Leo cerró los ojos, apretándolos—. Bueno, sí... O sea, yo no quería. Pero al mismo tiempo me sentía como si sí quisiera. Algo me empujó a hacerlo. Notaba una sensación de frío dentro de mí...

—Una sensación de frío.
El tono de voz de Annabeth cambió. Parecía casi... asustada.

—Sí —dijo Leo—. ¿Por qué?

—¡Annabeth, te necesitamos! —gritó Percy bajo la cubierta.

—No le pasará nada —la expresión de Annabeth se suavizó, su vista pasó a la otra rubia quien parecía sumida en sus pensamientos—. Ahora vuelvo, Frank. Ustedes... vigilen a Leo. Por favor.

Zhang asintió con la cabeza. Una vez que ella se hubo marchado, el de ojos rasgados trajo de vuelta a la realidad a Ginevra y los dos observaron a Valdez.

—Bueno... —dijo el de la quinta cohorte—. ¿No te llamas Sammy?

—Frank— reprendió la rubia.

PRESSURE - leo valdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora