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GINNY OBSERVABA GRECIA con ojos llenos de cansancio y una sonrisa en la cara, aunque fácilmente podría pensar cualquiera que es una mueca

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GINNY OBSERVABA GRECIA con ojos llenos de cansancio y una sonrisa en la cara, aunque fácilmente podría pensar cualquiera que es una mueca.

El sudor le caía a gotas por el cuello.
Después de haber sido congelada y haber estado bajo tierra, la chica creía que no volvería a pasar calor, pero en ese momento tenía la parte de atrás de la camiseta empapada.

—¡Calor y humedad! —Leo sonreía tras el timón—. ¡Echo de menos Houston! ¿Tú qué opinas, Hazel? ¡Ahora solo necesitamos unos mosquitos gigantes y será como estar en la costa del golfo de México!

—Muchas gracias, Leo —murmuró Hazel—. Ahora seguro que nos atacan unos mosquitos monstruosos de la antigua Grecia.

Tanto Frank como Ginn los observaron y se asombraron de que la tensión entre ellos hubiera desaparecido. No sabían lo que le había pasado a Leo durante sus cinco días de exilio, pero había cambiado. Todavía gastaba bromas, pero había algo distinto en él, como un barco con una nueva quilla. Puede que no vieras la quilla, pero sabías que estaba allí por la forma en que el barco surcaba las olas.

Leo no parecía tan empeñado en burlarse de Frank. Charlaba más relajadamente con Hazel, sin lanzarle esas miradas tristes y soñadoras que siempre habían incomodado a Frank. En cambio, miraba a Ginevra con una expresión que ella no comprendía.

Era como si quisiera decirle algo pero no podía, como si su cabeza estuviera llena de confusión, y a la chica no le gustaba eso. Generalmente era ella la confundida, no se debían invertir los roles.

—¡Allí! —la voz de Nico los arrancó de sus meditaciones. Como siempre, Di Angelo estaba encaramado en lo alto del trinquete. Señalaba un resplandeciente río verde que serpenteaba entre unas colinas a un kilómetro de distancia—. Gira en esa dirección. Estamos cerca del templo. Muy cerca.

Jason se abrochó el cinturón de su espada.
—Que todo el mundo se arme. Leo, acércate, pero no aterrices: evitemos el contacto con la tierra mientras no sea estrictamente necesario. Piper, Hazel, a por las amarras.

—¡Leo! —se acercó la rubia. Él la observó, parecía que desde que tuvo ese cambio en el cabello, era lo único en lo que él se fijaba—. Tengo... Um, mi arco se rompió completamente, ¿crees que en tu tiempo libre puedas unirlo o... Hacer tu magia para repararlo?

—Claro.

—¡Gracias, eres el mejor! —le apretó la mano para luego correr a su dormitorio para buscar su espada.

Hasta ese minuto no había pensado lo que había hecho. Había sido sólo un impulso... Pero ese impulso la hacía sobrepensar. ¿Había estado bien? ¿Era correcto que lo hiciera? ¿Por qué se detenía a pensar eso?

Cuando Ginevra volvió, observó que Valdez había sacado un trozo de tela blanca de un bolsillo de su cinturón. —¡Miren!

Frank frunció el ceño.
—¿Un pañuelo?

PRESSURE - leo valdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora