Tiempo muerto:

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El dios de la guerra nos esperaba en el estacionamiento del restaurante.

—Bueno, bueno—dijo—. No los han matado.

—Seriamente, pudiste haber evitado la trampa sin problemas—dije—. No sé aún para qué nos querías.

Ares sonrió maliciosamente.

—Seguro que ese herrero lisiado se sorprendió cuando no vio nadie en la tele. Aunque arruinaron el espectáculo.

—No hubiera sido justo quedar atrapados en una trampa que no iba dirigida a nosotros, ¿o sí, dios del valor?

Le entregué su escudo, él lo agarró y lo hizo girar en e, aire como una masa de pizza. Cambió de forma y se convirtió en un chaleco antibalas. Se lo colocó por la espalda.

—¿Ves ese camión ahí?—Señaló un trailer de dieciocho ruedas estacionado en la calle junto al restaurante—. Es su vehículo. Los conducirá directamente a Los Ángeles con una parada en Las Vegas.

El camión llevaba un cartel en la parte trasera, que pude leer sólo porque estaba impreso al revés en blanco sobre negro, una buena combinación para la dislexia: "AMABILIDAD INTERNACIONAL: TRANSPORTE DE ZOOS HUMANOS, PELIGRO: ANIMALES SALVAJES VIVOS"

—¿Estas bromeando?—pregunte.

Ares chasqueó los dedos. La puerta trasera del camión se abrió.

—Boleto gratis, pringado. Deja de quejarte. Y aquí tienes estas cosillas por hacer el trabajo.

Sacó una mochila de nailon azul y me la lanzó. Contenía ropa limpia para todos, veinte dólares en metálico, una bolsa llena de dracmas de oro y una caja de galletas Oreo con relleno doble.

—Gracias—le dije, echándome la mochila al hombro. Aún quería darle un puñetazo en el rostro a ese cretino, pero me dije a mi mismo que sólo era su aura afectándome.

Miré al restaurante, que ahora tenía sólo un par de clientes. La camarera que nos había servido la cena nos miraba nerviosa por la ventana, como si temiera que Ares fuera a hacernos daño. Sacó al cocinero de la cocina para que también mirase. Le dijo algo. Él asintió, levantó una cámara y nos sacó una foto.

"Genial"—pensé—. "Mañana otra vez en los periódicos"

Ya me imaginaba el titular: "Delincuente juvenil asalta a motorista indefenso"

—Me debes algo más—le dije a Ares—. Me prometiste información sobre mi madre.

—¿Estás seguro de que la soportarás?—Arrancó la moto—. No está muerta.

Todo me dio vueltas.

—¿Cómo...? ¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que la apartaron de delante del Minotauro antes de que muriese. La convirtieron en un resplandor dorado, ¿no? Pues eso se llama metamorfosis. No muerte. Alguien la tiene.

La esperanza brotó en mi interior, no sabía dónde estaba mi madre, pero al menos estaba en algún lugar. No en la nada, no en Nifhel.

—La tienen... ¿Quién...?

—¿Tú quien crees?—se burló Ares—. Si el aliento de muerto no la tiene, nadie más lo hace.

Miré al dios fijamente.

—No ha parado de inculpar a Lord Hades—le dije—. Hay algo aquí que no esta diciendo, no actúa como se supone debería, algo no está bien con usted.

Tras sus gafas de sol. Sentí un viento cálido en el cabello.

—Volveremos a vernos, Percy Jackson. La próxima vez que pelees, no descuides tu espalda.

El Éxodo de HérculesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora