Los Doce Trabajos:

1.4K 133 6
                                    


Me desperté sentado en un vagón de metro, el resto del grupo estaban sentados conmigo con expresiones de cansancio.

—¿Q-qué...?—empecé a murmurar—. ¿Dónde estamos? ¿Qué sucede?

—Los mercenarios identificaron la furgoneta—me dijo Grover—. Estuvimos más o menos cuarenta minutos cambiando de tren en tren hasta que logramos despistarlos.

Miré a mi alrededor, no había nadie más en el vagón, aparte de mis amigos.

Thalia me miraba fijamente.

—Quiero respuestas ahora, Percy—dijo.

Me volví hacia Grover.

—¿Qué tanto les dijiste?

Él se removió incómodo.

—Yo... pues...

—Lo suficiente—lo interrumpió Thalia con un tono severo—. Percy, esto es en serio, ¿realmente sufres de dolor constante?

Hice una mueca, podía sentir la marca sobre mi cuerpo, habiéndose expandido una vez más. Me cubría casi todo el brazo derecho, me bajaba por el abdomen y empezaba a apoderarse de mi pierna. Ya había tomado cerca de la mitad se mi cara, cubriendo mi mejilla derecha y subiendo, con las puntas más altas por encima de mí ojo.

—Sí...—dije finalmente.

Thalia me miraba extremadamente furiosa, pero también notaba una profunda tristeza en sus ojos, me atrevería a decir que se sentía un tanto traicionada, no podía culparla, le había ocultado un secreto gigantesco, del tamaño de Cerbero y varios otros monstruos juntos.

—¡¿Por qué jamás me lo dijiste antes?!—me espetó—. Si hubiese sabido por lo que tenías que pasar a diario, yo...

—Por eso mismo, Thalia—la detuve—. No quería que te preocuparas. Realmente son pocos los que saben sobre mi... "condición", pero si te hace sentir mejor, iba a decírtelo en el campamento, pero nos interrumpieron.

Ella guardó silencio por un momento.

—¿Desde cuando tienes que soportarlo?

Ladeé la cabeza.

—He tenido la marca durante prácticamente toda mi vida. Pero no empezó a doler hasta que llegué al campamento por primera vez, hace un año y medio, más o menos.

Zoë había estado muy cayada, mirándome recelosa desde la distancia y con ojos ensombrecidos.

—¿Qué es el Éxodo de Hércules?—dijo finalmente.

Noté que decía todo con extrema cautela e incomodidad. Miré la marca que surcaba la piel de mi mano derecha.

—Como sabrán, antes de ser coronado como un dios, Hércules completó doce trabajos. Yo obtuve doce técnicas divinas, una por cada trabajo—expliqué—. Sin embargo, debido a su tremendo poder hay un efecto secundario. Cada vez que uso ese poder, el tatuaje se hace más grande. Incluso un dios sentiría un inmenso dolor con sólo un milímetro de crecimiento.

—Hum... Y aún así luces muy tranquilo—dijo Bianca.

Thalia se cruzó de brazos.

—Un poder basado en resistencia es por completo tu estilo—murmuró—. Entonces, ¿qué pasa si ese tatuaje cubre tu cuerpo por completo?

Miré al suelo sombríamente, me llevé un pedazo de ambrosía a la boca para aliviar un poco el malestar.

—Nifhel—dije después de un tiempo—. Moriré por completo, sin viaje al inframundo. Únicamente desaparecer en el caos primordial.

El Éxodo de HérculesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora