Di una gran bocanada de aire mientras abría los ojos.
Me puse de pie con dificultad y miré a mi alrededor, estaba en la playa, nuevamente en el embarcadero de Santa Monica, el sol estaba saliendo poco a poco y mi cuerpo temblaba.
Me sentía como si acabara de volver de entre los muertos, cosa que en realidad había hecho.
La mochila me pesaba por el rayo maestro, pero el corazón me pesaba aún más después de usar la vida de mi madre como garantía hacia con Hades. Si salía de esta, no sabía cómo podría volver a mirarla a los ojos.
—¿Por qué?—preguntó Annabeth—. ¿Por qué vinimos hasta acá si siempre supiste que Hades no era el ladrón?
—Quería información, Annabeth—contesté—. Y la conseguí, ya sabíamos quién fue el que se llevó el rayo.
Grover nos miró confundido.
—Pero... Percy, te estás arriesgando todo a encontrar a Ares—dijo—. Y aunque lo hagamos, no hay...
—Él está aquí, Grover—lo interrumpí.
Y efectivamente allí estaba, esperándonos, enfundado en su guardapolvos negro de cuero y llevando gafas de sol, un bate de beisbol de aluminio apoyado en el hombro. La motocicleta rugía a su lado, y el faro volvía rojiza la arena.
—Eh, chaval—me llamó Ares, al parecer complacido de verme—. Deberías estar muerto.
—¿Qué es lo que quieres y dónde está el yelmo, Ares?—le pregunté—. Sólo lo preguntaré una vez.
La idea pareció divertirle.
—Mira, chaval, el asunto aquí es el siguiente. Verás, tenías que haber muerto en el inframundo. Entonces el viejo Alga se hubiera cabreado con Hades por matarte. Aliento de Muerto hubiera tenido el Rayo Maestro y Zeus estaría furioso con él. Pero como Hades sigue buscando esto...—Se sacó del bolsillo un pasamontañas, del tipo que usan los atracadores de bancos, y lo colocó en medio del manillar de su moto, donde se transformó en un elaborado casco de guerra de bronce.
—El Yelmo de la Oscuridad—dijo Grover, ahogando una exclamación.
—Exacto—repuso Ares—. A ver, ¿por dónde iba? Ah, sí, Hades se pondrá hecho un basilisco tanto como Zeus como con Poseidón, ya que no sabe cuál le robó el yelmo. Muy pronto habremos organizado un bonito y pequeño festival de mamporros.
—¡Pero si son tu familia!—protestó Annabeth.
Ares se encogió de hombros.
—Los enfrentamientos dentro de una misma familia son los mejores, los más sangrientos. No hay como ver reñir a tu familia, es lo que digo siempre.
—¿Y por qué darle el rayo a Hades?—pregunté—. ¿Por qué no sólo quedarte con él?
De repente Ares se quedó absorto y pareció estar escuchando una voz interior.
—¿Por qué no...? Claro... con ese poder de destrucción...—Seguía absorto. Intercambié una mirada con Annabeth, pero de pronto Ares salió de su extraño trance—. Porque no quería problemas. Mejor que te encontraran a ti con las manos en la masa, llevando el trasto.
—Lo sabía, estás mintiendo—dije—. Éste no eres tú, enviar el rayo al inframundo no fue idea tuya.
—¡Claro que sí!—De sus gafas de sol salieron hilos de humo, como si estuvieran a punto de incendiarse.
—Tú no ordenaste el robo, ni siquiera lo planeaste—insistí—. Alguien más envió al ladrón. Entonces, cuando Zeus te envío en su busca, lo encontraste. Pero no se lo entregaste a Zeus. Algo te convenció de que lo dejarás ir. Te quedaste los objetos hasta que otro héroe llegara y completara la entrega. La cosa del foso te está controlando, éste no eres tú, lucha contra ella.
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El Éxodo de Hércules
FanfictionEl dios de la justicia cayó, dejando un último regalo a la humanidad, sin importar que tan lejos esté de su mundo de origen, Hércules amará a los humanos, y dejará su legado en manos de aquel que habría de convertirse en el mayor héroe del Olimpo. A...