Nadie vs CR7

881 119 9
                                    


Si piensas en "la isla del monstruo", te imaginas un montón de rocas escarpadas y huesos esparcidos por la playa, como en la isla de las sirenas.

Pero la isla del cíclope no tenía nada de eso. Okey, había un puente de cuerdas sobre un abismo, lo que nunca es una buena señal. Pero el lugar, a parte de eso, parecía una postal caribeña. Tenía prados verdes, árboles de frutas tropicales y playas de arena blanca.

Mientras navegábamos hacia la orilla, Annabeth inspiró profundamente aquel aire perfumado.

—El Vellocino de Oro—dijo.

Asentí. No lo veía aún, pero percibía su poder. Ahora sí podía creer que el Vellocino era capaz de curar cualquier cosa, incluso el árbol de Thalia.

Me sorprendí respirando con normalidad, pensando con claridad y sintiendo mi cuerpo relajarse.

—Annabeth...—murmuré.

—¿Qué sucede?

—N-no siento dolor...—le dije—. Es como si...—negué con la cabeza—. Es increíble, me siento increíble...

Annabeth me miró con una mezcla de felicidad y tristeza.

—El vellocino hace maravillas, realmente—sonrió—. ¿De verdad no te duele nada?

Se me escapó una carcajada de emoción.

—Ni un poco, no recuerdo la ultima vez que me sentí así... ¡Es increíble!

Realmente me sentía emocionado, incluso bajo el agua de mar, donde mi dolor era mínimo, seguía notándolo sobre mi cuerpo. Pero ahora... simplemente me sentía bien.

La marca sobre mi piel seguía igual, sin ningún cambio, ni para bien ni para mal. Aunque me preocupaba lo que pudiera pasar, tenía curiosidad por saber qué me haría la magia del vellocino estando más cerca de la fuente.

En el prado que había al pie del barranco, se agolpaban varias decenas de ovejas. Parecían pacíficas, aunque eran enormes, tan grandes como hipopótamos. Más allá, un camino subía hacia las colinas. En lo alto de ese camino, cerca del borde del abismo, se levantaba el roble descomunal que había visto en sueños. Había algo dorado que relucía en sus ramas.

—Esto es demasiado fácil—dije con sospecha—. ¿Subimos allí caminando y nos lo llevamos?

Annabeth entornó los ojos.

—Se supone qué hay un guardián. Un dragón o...

Justo en ese momento, surgió entre los arbustos un ciervo. Trotó por el prado, seguramente en busca de pasto, y de repente todas las ovejas se pusieron a balar y se abalanzaron sobre él. Ocurrió tan de prisa...

Fue como esa escena de Jurassic Park en la que alimentan a los raptores. Unos segundos más tarde, las ovejas se dispersaron y volvieron a deambular pacíficamente. En el sitio donde había estado el ciervo sólo quedaban un montón de huesos blancos.

Annabeth y yo nos miramos.

—Bueno... ¿quién tiene hambre?—pregunté.

Ella frunció el ceño.

—Percy, no es momento para... ¡Mira!

Señaló había la playa, justo debajo del prado, donde un bote había sido arrastrado hasta la arena... El otro bote salvavidas del CSS Birmingham.

...

Llegamos a la conclusión de que era imposible atravesar aquel cerco de ovejas carnívoras. Annabeth quería deslizarse por el camino con su gorra de invisibilidad y hacerse con el vellocino, pero la convencí de que no saldría bien. Las ovejas podrían olerla, o aparecería otro guardián, cualquier cosa. Y si ocurría algo así, yo estaría demasiado lejos para ayudarla.

El Éxodo de HérculesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora