Tres cuerpos y una flecha:

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Clarisse, Grover y Annabeth ya estaban sobre la cubierta del barco, mirando en mi dirección sin entender lo que sucedía.

Tyson se había quedado congelado en su sitio viendo al tirano de los mares, su gran ojo rebozaba de confusión y cierta esperanza.

—¿P-papá?—preguntó.

—No es él, Tyson—le advertí—. Él... es difícil de explicar, pero por favor, sal de aquí, vuelve al barco.

—Pero él es...

—¡Ya lo sé! ¡Pero debes volver al barco ahora!

Tyson empezó a retroceder lentamente entre las olas, aunque sin dejar de mirar en dirección del dios.

Me puse en guardia, sabía que todo estaba a punto de ponerse muy feo.

Poseidón estaba cubierto de cicatrices por todo el cuerpo, sin embargo la más grande era la que cruzaba su pecho como una X, el lugar exacto por el que había sido partido en pedazos por aquel sámurai, ¿cuál era su nombre...? Sasaki Kojirō.

—S-se supone que estás muerto...—logré pronunciar,

Poseidón miraba en mi dirección, pero sus ojos estaban vacíos y su mirada perdida en la nada, se negaba a mirarme a los ojos, de la misma forma que a todos los demás.

—El destino, así como un dios, obra de formas misteriosas, intentar comprenderlo sería arrogante por tu parte, pececillo—respondió él con voz neutra y sin emoción.

Retrocedí y tragué saliva.

"Está aquí por un capricho del destino"—dijo Hércules en mi cabeza—. "Igual que yo... es posible que sea una prueba, o quizá simplemente fue arrojado aquí a través del tiempo, el espacio y los universos, sea como sea, no es bueno ni para nosotros ni para éste mundo"

Yo estaba perfectamente de acuerdo con esa afirmación, pero sabía de lo que el dios era capaz, y no quería tentar mi suerte con él, aún si sabía que era necesario.

Me había escuchado llamarme a mi mismo "hijo de Poseidón", conociéndolo, sería un insulto que él no pasaría por alto.

—"La prueba final del tirano llega en forma de un viejo conocido"—recordé—. "Lucha con uñas y dientes, témele a su tridente asesino"

Poseidón no dijo nada, se mantuvo firme en su puesto, sosteniendo su tridente con la guardia abierta,

La sangre de Polifemo goteaba por los horcones de su lanza y manchaba la blanca arena de la playa.

"Déjame intentar razonar con él"—me pidió Hércules.

"¿Razonar? ¿Estás loco?"

"Lord Poseidón será frío y despiadado, pero sigue siendo el más divino de los dioses, el más digno de ser llamado "rey". Tiene que haber una forma de aplacar su ira..."

"Eres libre de intentar..."—murmuré inseguro.

Las palabras salieron de mi boca sin que yo hiciera nada, dejé que Hércules se comunicara a través de mi sin oponer resistencia alguna:

—No creí que volvería a verlo, Lord Poseidón.

El tirano de los mares debió de notar el cambio en mi tono, me miró fijamente, estudiándome, fijándose en la marca que recorría mi cuerpo.

—Esa marca...

—Así es, tío, está hablando conmigo.

Poseidón tomó su tridente con fuerza.

El Éxodo de HérculesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora