Un encuentro del pasado:

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Me volví a dejar caer sobre la nieve, suspirando derrotado y sintiendo un fuerte dolor de cabeza.

Grover, en cuanto estuvo fuera de peligro, ahogó un gritó, se arrodilló en la nieve y empezó a gimotear:

—¡Gracias, señora Artemisa! Es usted tan... tan... ¡Uau!

—¡Levanta, niño cabra!—le soltó Thalia—. Tenemos otras cosas de que preocuparnos. ¡Annabeth ha desaparecido!

—¡Alto!—dijo Bianca—. Momentito. Tiempo muerto.

Todo el mundo se la quedó mirando. Ella nos fue señalando, uno a uno, como si estuviera repasando las piezas de un rompecabezas.

—¿Quién... quiénes son todos ustedes?

La expresión de Artemis se ablandó un poco.

—Quizá sería mejor, mi querida niña, saber primero quién eres tú. Veamos, ¿quienes son tus padres?

Bianca miró con nerviosismo a su hermano, que seguía contemplando maravillado a Artemis.

—Nuestros padres murieron—dijo Bianca—. O eso creía hasta que... hasta que él dijo que nuestro padre lo había enviado.

Me señaló, yo todos se volvieron a mirarme.

Me logré sentar sobre la nieve, dejando un rastro rojo con mi pie agujerado.

—Es verdad—dije—. La noche anterior recibí un mensaje en sueños de... de su padre. Él me pidió que no revelara quien es aún, quiere ser él quien se los diga.

Zoë me miró con desconfianza y cierta repulsión.

—¿Y deberíamos creer eso por...?

—Porque lo juro por el Estigio, le prometí al padre de Bianca y Nico que los sacaríamos a salvo de Westover Hall, y también que no revelaría su identidad.

Un trueno resonó a la distancia.

—Dice la verdad—decidió Artemis.

Bianca me miró a los ojos.

—Entonces... ¿de verdad sabes quien es nuestro padre?

—Así es, y aunque no puedo decir su nombre, sí puedo decirte que es un dios.

—¡Genial!—exclamó Nico.

—¡Ni hablar!—terció Bianca con voz temblorosa—. ¡No lo encuentro para nada genial!

Nico se había puesto a dar saltos.

—¿Es verdad que Zeus tiene rayos con una potencia destructiva de seiscientos? ¿Y que gana puntos extra por...?

—¡Cállate, Nico!—Bianca se pasó las manos por la cara—. Esto no es tu estupido juego de Mitomagia, ¿sabes? ¡Los dioses no existen!

Aunque en ese momento me dominaba la angustia por Annabeth, la curiosidad por Artemis, y un agujero de bala en el pie, no podía dejar de sentir lástima por los Di Angelo. Me acordaba de lo que había significado para mi descubrir que era un semidiós.

Thalia debió de sentir algo parecido, porque la furia que brillaba en sus ojos pareció atenuarse un poco.

—Ya sé que cuesta creerlo—le dijo—, pero los dioses siguen existiendo. Créeme, Bianca. Son inmortales. Y cuando tienen hijos con humanos, chicos como nosotros, bueno... la cosa se complica. Nuestras vidas peligran.

—¿Como la de la chica que se ha caído?—dijo Bianca.

Thalia se dio la vuelta. Incluso Artemis parecía afligida.

El Éxodo de HérculesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora