Torbellino de destrucción:

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Y finalmente regresé.

Espero no volver a tener que dar una pausa tan larga de esta historia de nuevo...

Y bien, creo que subiré capítulos cada dos días, ya que son más o menos el doble de largos de lo que son los capítulos que normalmente escribo en otras historias, me ayudará a quitarme algo de presión.

Así que ya se la saben: ideas, sugerencias, comentarios, todo es bienvenido.

...

—Les dije que no se murieran—nos dijo Clarisse, nada más subir al barco—. Y cuando llego ¿qué encuentro? Que están a punto de morir.

Bufé.

—Pero no lo hicimos.

—Da igual.

Dimos un tour por el barco, el cual no fue precisamente agradable.

La nave estaba llena de una serie de camarotes sombríos, atestados de marineros muertos. Vimos el depósito de carbón, las calderas y las máquinas, que resoplaban y crujían como si estuviesen a punto de explotar. Habíamos visto la cabina del piloto, la santabárbara y las torretas de artillería: dos cañones Dahlgren a babor y estribor, y dos cañones Brooke a proa y popa, todos preparados para disparar balas de bronce celestial.

Allá a donde íbamos, los marineros confederados nos miraban fijamente, con aquellas caras fantasmales y barbudas que relucían bajo sus cráneos.

Tyson les tenía verdadero pánico. Durante todo el paseo insistió a Annabeth para que le diese la mano, cosa que a ella no le entusiasmaba demasiado.

Finalmente, el camarote del capitán, que vendría a tener el tamaño de una despensa, lo que lo seguía haciendo mucho más espacioso que los demás camarotes del barco. La mesa estaba preparada con manteles de lino y vajilla de porcelana; había mantequilla de maní, sándwiches de gelatina, papas fritas y SevenUp, todo ello servido por esqueléticos miembros de la tripulación. A mí no me apetecía nada ponerme a comer rodeado de fantasmas, pero el hambre acabó venciendo mis escrúpulos.

—Avisé que partieron primero—nos dijo Clarisse—. No le hizo ninguna gracia a Tántalo, y al señor D le dio igual, para variar.

—No me sorprende—me encogí de hombros—. Así que... ¿de dónde sacaste el barco?

—Me lo dio mi padre—respondió—. Los espíritus del bando derrotado en cada guerra le deben tributo a Ares. Es la maldición por haber sido vencidos. Le pedí a mi padre transporte naval... y aquí está. Estos tipos harán cualquier cosa que yo les diga. ¿No es así, capitán?

El capitán permanecía detrás, tieso y airado. Sus ardientes ojos verdes se clavaron en mí con expresión ávida.

—Si eso significa poner fin a esta guerra infernal, señora, y lograr la paz por fin, haremos lo que sea. Destruiremos a quien sea.

Clarisse sonrió.

—Destruir a quien sea. Eso me agrada.

Tyson tragó saliva.

—Clarisse—dijo Annabeth—. Luke quizá vaya también tras el vellocino. Lo hemos visto; conoce las coordenadas y se dirige al sur. Tiene un crucero lleno de monstruos...

—¡Perfecto! Lo volaré por los aires, lo sacaré del mar a cañonazos.

—No creo que sea tan fácil—murmuré—. Creo que habían muchos monstruos más de los que se dejaron ver, y créeme si digo que el barco estaba muy bien protegido una vez se dio la alarma... dudo que no tengan cómo responder al fuego, o peor, es posible que tengan algún monstruo marino con el cual atacarnos... dudo que un ataque frontal sea una buena idea.

El Éxodo de HérculesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora