XLII

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10 de agosto. Capricornio:

Me desperté porque mi celular vibraba en mi oído.

¿Quien mierda puede ser tan molesto?

Atendí el celular prácticamente dormida, sin mirar el nombre.

—¿Quien demonios es? —dije con la voz ronca.

Buen día —se escuchó una voz del otro lado que reconocí de inmediato y me senté en la cama.

—Megan... —dije y suspiré aliviada —¿Qué sucedió? No contestabas...

Estuve en el hospital y ahora salí de la comisaría. Mi celular se rompió, una señora me prestó el suyo para llamarte.

—¿Cómo que en el hospital y comisaría? ¿Megan, que pasó?

Muchas cosas. Pero no puedo decirte mucho, te recuerdo que tengo enfrente a la señora que me prestó su celular.

¿En qué comisaría estás? —dije levantándome de la cama.

No piensas venir, ¿No? Am, apenas te despiertas, conozco tu voz ronca. Y te llamo para despedirme.

—¿Cómo que para despedirte?

Debo irme de New York. Han pasado cosas y bueno, me dejarán con mi tía en Beverly Hill's.

...No.

—¿En qué comisaría estás, Megan?

Am...

—Dimelo, Rivers.

En la de Broadway.

—Espérame.

Supongo que no puedo llevarte la contraria.

Corté la llamada y salí de mi cuarto. Bajé las escaleras corriendo y ví a Escorpio en la cocina con una tostada en la boca.

—Vámonos —le digo mirándolo.

—¿Qué pa...

—¡Muévete! Busca las llaves de tu auto y vámonos.

—¿Puedo terminar mi tostada?

—Hay algo más importante que tú puta tostada ahora mismo.

Sin decir más, subió las escaleras y volvió casi al instante con las llaves en la mano.

Salimos de la mansión y nos subimos en su auto.

—A la comisaría de Broadway, ahora —le digo poniéndome el cinturón

Dió un arrancón y casi me golpeo la cara con el vidrio.

Íbamos a toda velocidad cuando se rompió el silencio.

—¿Y ahora que pasó? —dijo y bostezó

—Megan.

—Ah, ¿Qué le pasó?

—No sé. Pero tenemos que llegar ya.

—Si, de eso ya me dí cuenta, ni siquiera te pusiste algo en los pies.

—No me importa —dije y miré por la ventana.

Llegamos más rápido de lo que pensaba. Doblamos en la esquina y vimos la comisaría.

Megan estaba sentada en una de las macetas. Escorpio frenó de golpe y me bajé.

—Llegué —dije y la miré de arriba a abajo.

Dios Santo.

Un moretón en la cara y en varias partes de sus brazos y piernas, el labio roto y raspones por todas partes.

Experimento 12-ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora