Final III

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13 days later.

Me encontraba en medio del “comedor”. Eran cerca de las 4am, estaba sola comiendo lo que había sobrado de anoche.

Pero un ruido llamó mi atención, haciendo que levante el trasero de la silla para husmear.

Los pasillos estaban oscuros, en forma de prevención para que no sean tan vistos para el exterior.

De los pasillos dónde se suponía que nadie debería rondar, porque era la única despierta, de veían luces blancas. Dos.

Contuve la respiración, evitando que cualquier sonido escape por mi boca.

Nos encontraron. Y yo no estoy armada.

Hice una mueca del disgusto. Estamos en aprieto.

Me fuí por la otra puerta que llevaba a un salón central, allí habían pistolas guardadas.

Mi sorpresa fue encontrar a Escorpio con una pistola en la mano, yendo hacia el pasillo donde había visto las luces.

Literlamente estaba frente suyo, y actuó como si no estuviera allí.

Me dieron ganas de gritarle, pero me dediqué a seguirlo.

No tardó en encontrar el pasillo y adentrarse en él, como si no hubiera peligro del otro lado. Yo me quedé escondida viendo cómo iba hacia donde había visto las luces. Lo último que ví fue como estas iluminaban su rostro.

Me levanté de golpe al escuchar dos sonidos que casi me dejan sorda; dos disparos.

Escorpio.

Tenía el corazón en la boca, que saldría si no la cerraba de inmediato.

Mi pecho subía y bajaba mientras yo inhalaba y exhalaba al mismo tiempo.

Me levanté corriendo de la cama, en busca del origen de los tiros, cuando se escucharon más disparos.

Cerré mis ojos —como si eso hiciera los ruidos menos fuertes— y tomé aire.

Me acerqué de nuevo a dónde había estado acostada y saqué una pistola debajo de mi almohada.

Por primera vez le agradeceré a Aries por algo.

La cargué y empecé caminar con ella en mano.

Salí de mi “cuarto” y caminé con mucho sigilo por el pasillo oscuro. Estaba helado y solitario, me hacía sentir dentro de una cueva.

En realidad, el búnker estaba dentro y debajo de una.

En medio del camino, me crucé con Leo, que también caminaba con una pistola a oscuras.

Él reconoce mis pisadas y yo más suyas. Esa fue la forma en la que evitamos tirotearnos.

—¿Estás bien? —preguntó susurrando.

—Si, tranquilo, ¿Tú estás bien? —contesté en el mismo volúmen.

—Perfecto, como siempre —dijo en su tono presumido de siempre, y puedo asegurar que guiñó el ojo.

En otra situación me reiría y le diría “idiota” mientras le doy un golpecito en el hombro, pero la verdad es que no es el lugar ni mucho menos el momento.

Ahora éramos dos, cubriéndonos las espaldas. Caminamos más por el pasillo hasta que empezamos a escuchar pasos y murmuros no muy lejos.

Continuamos avanzando, sin saber que teníamos enfrente.

Experimento 12-ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora