XXXVII

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20 de junio: Capricornio

—¿Y qué se supone que debo hacer? —dijo mirando sus manos.

Me froté la sien y miré a Tauro de reojo para que me ayude.

—Prestar atención o terminarás así —dice y chasquea, marchitando las rosas que estaban a un lado.

—O en el peor caso así —lancé unas rocas contra un árbol con fuerza que hizo que se rompa y caiga.

Escuché su garganta tragar saliva.

—¿No lo podemos dejar para otro día?

Negué con la cabeza —Ni siquiera eres capaz de darme un golpe.

—No soy tan inútil.

—Si que lo eres, Virgo. Eres incapaz de controlar tu fuerza y tus poderes. Nos aumentan el poder y tú te quedas de brazos cruzados.

—Estoy bien así —dijo, cruzandose de brazos.

—Ya me enteré lo de la mujer, no te creas. Una cosa es asesinar por necesidad y otra muy distinta por error. Errores que no se nos permiten tener. Por eso estás aquí, tienes que aprender a controlar tus poderes, vamos, dame tu mejor golpe —dije y me acerqué a ella.

Levantó su brazo para golpearme directamente en la cara, pero la sujeté.

—¿Quieres un consejo? Sé más rápida.

—Es lo más rápido que puedo ir.

—No. No lo es, el problema es que eres floja, imagina que soy alguien que te cae mal, que...

Me detuve al sentir un golpe en mi cara y retrocedí para luego caer de espaldas al suelo.

Miré el cielo unos segundos y luego Tauro se acercó a darme la mano para levantarme.

—De eso estoy hablando —digo mientras aplaudo —Golpeas bien, e le riflessioni?

Ladeó la cabeza y antes de que diga algo le dí un golpe en el estómago.

Salió impulsada hasta una estatua y esta la detuvo.

—Recuerda no distraerte —dijo Tauro acercándose a ella y se puso de cuclillas a su altura.

Me troné los dedos y suspiré.

Esto será complicado.

Ambos vinieron hacia donde estoy yo.

—Yo creo que deberías ayudarla con sus poderes más que en defensa personal —opinó Tauro —De eso me encargo yo si quieres.

—Eso no es difícil, madera, terremotos.

—¿Te has quedado allí? —digo fingiendo asombro —Nos siguen mejorando día a día. Has olvidado mencionar la manipulación en la materia, entre otras cosas.

Tauro la jaló del brazo y le susurró algo al oído.

—Despreocúpate, yo la ayudo con sus poderes. Tú... Entrena y practica lo tuyo.

—¿Estás seguro?

Asintió— Déjamelo a mí.

—Bien.

Los dos se alejaron mientras yo me senté en el suelo.

Necesito probar algo.

Apoyé las palmas de mis manos en el suelo y esperé unos segundos.

De la tierra empezaron a salir rocas. Grandes y pequeñas, que dejaron de subir cuando llegaron a la superficie, adhiriéndose al suelo.

Aún sentada, traté de mover una, agregué otra, y otra... Y otra.

Experimento 12-ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora