Capítulo sin corregir por que... En fin... Si.
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POV T/N
Mi cabeza estaba en blanco completamente, ni siquiera tenía la capacidad de pensar aunque lo intentase. Tan solo sentía una cosa y era vacío, un vacío frío y de lo más desagradable.
Sentí las cálidas manos de Sukuna posarse sobre las mías, rozando mi piel con una delicadeza absoluta, como si tuviera miedo de romperme, algo irónico ya que la delicadeza no es uno de sus fuertes que digamos —Ey, tranquila—
Sus ojos fijados en mí era lo único que me aseguraba que seguía con vida en ese momento, ya que mis emociones parecían haber desaparecido.
—No puedo estar tranquila ahora — repliqué mientras algo dentro de mi parecía estar destruyéndose — Ahora mismo el que pienso que es culpable del asesinato de Megumi es la misma persona de la que llevo enamorada más de lo que me gustaría— dirigí mi mirada al suelo.
Sukuna soltó un largo suspiro — Solo son suposiciones idiota... Además, que te haya querido drogar no significa que sea el asesino de Megumi, no adelantes acontecimientos— soltó una de mis manos para revolverme el cabello.
Empecé a relajarme un poco, Sukuna tenía razón —Aún así... — hice una breve pausa — Duele — sentí un dolor en el pecho al imaginar en la posibilidad de que Satoru podría haberme intentado drogar.
—Lo sé, es normal que duela— se levantó de la mesa y estiró sus músculos — Pero el dolor siempre te hará más fuerte con el tiempo, piensa siempre en ello—
—No sabía que tenías también un lado filosófico— solté una pequeña risa, que más que eso, era una forma de burlarme.
Me miró con una sonrisa algo torcida — Pues ahora lo sabes — presumió
—No era un elogio, imbécil — me tapé la cara con la mano, demostrando mi frustración.
— Tampoco es como que me importe que lo sea o no — contestó vacilante.
De la nada, sacó dos pequeñas bolsas de su chándal y un papel de liar. Casi me da un infarto policial al ver lo que era.
—¡¿Te estás haciendo un porro en mi casa?! — grité incrédula.
—Si ¿Pasa algo? — Sukuna parecía no entender nada de lo que ocurría.
—Soy policía — se lo recordé con la esperanza de que dejara de liarse un porro en mi propia casa, pero...
—Y yo soy un drogadicto — se encogió de hombros como si nada.
— ¿Sabes que podría quitarte esa bolsita de ahí ahora mismo? — le señalé la bolsa con la sustancia verde que empezaba a apestar mi casa.
—¿Sabes que me suda los cojones? — respondió con la misma entonación que yo como burla.
Nos quedamos mirandonos sin cara de nada durante unos intensos segundos hasta que entendí que intentar darle órdenes a Sukuna era lo mismo que yo intentando estudiar matemáticas,exacto, no servía para nada—Paso—concluí
—Gracias — soltó una risita vacilona y siguió con lo suyo en silencio.
Sin darme cuenta, me quedé hipnotizada con él. Ver sus dedos ser tan delicados en poner el contenido y doblar el papel era demasiado para mí. Hasta que llegó la gota que colmó el vaso.
Agarro el papel entre sus manos y fijó su intensa mirada en mí. Lamió el borde del papel a una baja velocidad que debería de ser delito. Es como si le viera a cámara lenta.
Unió el papel y ya estaba todo listo, sacó un mechero de su caja de cigarros y lo encendió. El olor era insoportable, pero merecía la pena totalmente. Su mandíbula se marcaba más de lo normal en cada calada y ver como expulsaba el humo por la boca y después me sonreía era un espectáculo visual.
