BUENAAAASSS CARAS DE AGUACATEEEE
ESPERO QUE VAYA TODO BIEN Y OS AMO CON LOCURA.(HOY VOY A ACTUALIZAR TODAS LAS HISTORIAS, ASÍ QUE ESTAD PENDIENTES)
POV SUKUNA
Nada. No sentía nada. Ni siquiera sentí tristeza al despedirme de Alice. La había dejado a cargo de Suguru, ya que era el único en el que confiaba plenamente. Yo no podía hacerme cargo de ella, porque ni siquiera era capaz de cuidarme a mí mismo.
En tres días, solo había dormido tres horas en total por la impotencia de no poder hacer nada. Tenía pesadillas constantes en las que veía a mi mujer, muerta frente a mis pies o siendo abusada por mi hermano, y por más que tratase de eliminar esas imágenes de mi cabeza, simplemente estaban ahí, como un tatuaje en la mente.
Pero tampoco era tonto. Ahora mismo no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a algo tan grande como lo era mi hermano y su gente.
Tenía que entrenar, tanto mi cuerpo como mi Inteligencia.Aunque no necesitaba nada de eso para lo que estaba a punto de hacer.
Adentré un pie en el edificio, y todo el bullicio que había se desvaneció con el viento que entró al abrir las puertas. Solo se escuchaba el sonido de mis botas, marcando la cuenta atrás de una bomba a punto de estallar.
-Señor, no puede entrar enmascarado -avisó una de las psicólogas, acercándose a mí.
-¿Ah no? -me hice el tonto -Vaya, es que como ustedes dejan salir a los pacientes como si nada, pensaba que aquí no había restricciones de ningún tipo.
-¿Disculpe? -inquirió, indignada.
-No sé, ¿dejar salir a un hombre que casi asesina a su hermano y asesinó a su mejor amigo no le parece lo suficiente como para vigilarlo?
-Espere... -la mujer retrocedió, y su expresión reflejó el mismísimo terror -¿Usted es...?
Me quité la bandana de la boca, al igual que la capucha de mi sudadera, dejando mi rostro al descubierto.
-Ryomen Sukuna -anuncié -El hombre al que ustedes le han arruinado la vida.
-¡Martha llama a la policía! -gritó la psicóloga al verme la cara.
Di dos pasos hacia ella. Ni siquiera se movió o hizo el mínimo esfuerzo de hacerlo.
La agarré de la bata, concretamente de la zona del cuello, y la pegué a mí de un tirón.-Ni el mismísimo Dios va a salvaros de mí -sentencié, sintiendo como me invadía la rabia al verle la cara.
Empujé a la mujer con todas mis fuerzas y la tiré al suelo. Caminé tranquilamente hasta la habitación de mi hermano en el psiquiátrico. Revisé cada rincón, cada tablilla de madera. Nada. No había ni rastro de algo que pudiera llevarme con mi mujer.
-Bien, entonces no voy a entretenerme mucho más -salí de la habitación.
Metí la mano en el bolsillo de mi sudadera, sacando una botella de agua, bueno, si es que se la podía llamar así. Estaba llena de gasolina.
Clavé una de mis llaves en el tapón, haciéndole un orificio en él. Empecé a caminar hacia la salida, rociando de gasolina todo el suelo de madera.
Una vez llegué a la salida, todos estallaron en berridos al ver lo que realmente llevaba esa botella.Ignoré todo lo que me rodeaba y me fijé en una persona.
-Tú -la señalé -Tú eras la enfermera encargada de vigilar a mi hermano.