POV T/N
Ráfagas de aire helado impactando contra mi cuerpo mientras me dejaba llevar por los balanceos suaves de la motocicleta de Sukuna, el cual conducía tranquilo y sin prisa. Hacia frío, pero no del que te deja tiritando, sino de los que te hacen sentir vivo y llena tus pulmones al respirar profundo.
—¿Vas bien idiota? — preguntó Sukuna, sacándome de ese estado de embriaguez.
—Si, no te preocupes — me abracé un poco más a él.
—¿Te aburres? Por qué si es así puedo meterle gas eh — vaciló, retador.
—Estás más guapo quietecito — repliqué
—Y tu estás más guapa menos borde —gritó para que pudiera escucharlo.
—Te voy a pegar una hostia de las buenas en cuanto bajemos de la moto ¿que te parece? —lo vacilé de vuelta.
Soltó una risita pícara — Soy un poquito masoquista, así que me parece de lujo nena —
Él y sus contestaciones instantáneas...
—Ajá — rodé los ojos.
El resto del trayecto hasta mi casa, bueno, nuestra casa, se resumía a Sukuna frenando de golpe para molestarme y yo gritandole mientras el simplemente me ignoraba.
Al llegar a casa, Sukuna metió la moto en el garaje y después de ello, ambos bajamos para empezar a quitarnos el equipamiento.
Sukuna se quitó el casco y sacudió su cabeza para recolocarse el cabello — ¿Qué tal el viaje? —
—Mañana tendré dolor de espalda —me acaricié la espalda, recordando todos los frenazos de Sukuna.
—Oh vamos, eres una exagerada —bufó.
—Habló — me dije a mi misma.
—Te he escuchado nena —añadió
—Deja de llamarme así — notaba como la sangre se subía a mis mejillas y orejas.
Sukuna se echó a reír — Mírate, roja como un tomate solo por un apodo —
—Agh — intenté tapar mi cara y caminé hacia el ascensor.
—¡Ey, esperame! — pegó una pequeña carrerilla hasta mí.
—Idiota — gruñí
—Te encanto
No podía negarlo —Desgraciadamente — le sonreí
De pronto, comencé a pensar con la cabeza fría. Estábamos solos, en mi casa y hace menos de una hora Sukuna me había insinuando... Cosas. Ya lo había hecho con él pero ¿Por qué se sentía tan... nuevo?
—Te veo nerviosa — comentó con una sonrisa maliciosa.
—Son imaginaciones tuyas
—Ajá, y por eso mismo a la mínima que me acerco un poco a ti te escondes como un corderito a punto de ser devorado — se acercó a mí y no pude evitar retroceder —Justo así —
—Te diviertes con esto eh
—Muchísimo — se sinceró.
El ascensor término su trayecto y llegamos a mi planta. Ambos salimos del ascensor y me dirigí hasta la puerta para abrirla, pero parecía que mis nervios no estaban dispuestos a ayudarme, ya que no era capaz nisiquiera de encajar la llave en su cerradura.
—¿Quieres que la meta? — su doble sentido era obvio.
—Si — estaba completamente avergonzada.