CAPÍTULO 9| HOJA DE QUEJAS

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CAPÍTULO 9

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HOJA DE QUEJAS

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Arashi resultó ser una chica muy agradable. Aunque al principio no pensé eso, cosa que no debería haber hecho, no estaba bien juzgar a las personas por su apariencia. Arashi, como su nombre ya te daba una pista, era una chica japonesa y nacida en Japón. Tenía las características de todos los asiáticos, ojos alargados y oscuros, piel blanca y tersa que hacía resaltar aún más sus miles de tatuajes de los brazos y su pelo era bastante largo y de color negro.

—Y bien, cuéntanos, Lyssa —Arashi apoyó su cabeza en su mano y me miró a los ojos—. ¿Cómo tuviste la mala suerte de conocer a estos dos?

Luc la miró ofendido.

—¿Cómo que mala suerte? Sabes que conocerme es lo mejor que puede pasarte en tu vida.

Arashi viró los ojos.

—Lo que tú digas.

Sonreí divertida y miré a Viktor, que también sonreía divertido al presenciar la escena de ellos dos.

—En mi piso están haciendo obras y la dueña en vez de avisarme con antelación o dejarme hospedarme en otro piso, ha hecho que viva con Viktor.

Arashi soltó un suspiro de queja.

—Suerte con ello. Tiene unos cambios de humor un poco raros.

—No hace falta que la avises —contestó Viktor rodando los ojos. Apoyó los dos brazos en la mesa y se recargó un poco—. Ella es peor que yo.

—Pobre Thanatos. —Dijo Arashi por lo bajo.

—Eso mismo dije yo —concordó Luc.

Cuando vi al camarero acercarse con nuestras bebidas, aparté algunas cosas de la mesa para que no le molestasen a la hora de dejar los vasos de cerveza. Pero al dejar mi vaso, empecé a sentirme un poco incómoda, el camarero me estaba mirando el escote muy descaradamente.

Arashi al ver eso, frunció las cejas y chistó con la boca.

—¿Se te ha perdido algo? —preguntó enfadada—. Vete a hacer tu trabajo y deja de incomodar a mi amiga.

El camarero miró mal a Arashi, pero al estar en horario laboral, no dijo nada y se fue.

Hoy había decidido ponerme un vestido negro bastante ceñido y con un escote acabado en pico. Al salir de casa me había sentido cómoda, pero tras lo sucedido, ya no me sentía muy segura con la ropa que llevaba.

Cogí mi abrigo para ponérmelo y taparme un poco, pero Viktor me paró y negó con la cabeza.

—No te tapes solo porque un cerdo con las hormonas a flor de piel no se haya podido controlar —volvió a poner mi abrigo en el respaldo de la silla—. Si a ti te gusta cómo vas vestida, cosa que me has dado a entender en casa, pues vístelo con seguridad. Tú no tienes que cambiar la forma de vestirte. Ellos tienen que cambiar la forma de pensar.

—Estoy de acuerdo con Viktor —dijo Luc.

Arashi asintió con la cabeza.

—A veces salen buenas y sabias palabras de estos dos idiotas.

Solté una pequeña carcajada y los miré agradecida.

—Ahora vengo —anunció Viktor con el ceño fruncido levantándose de la silla.

Viviendo con ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora