CAPÍTULO 20
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SENDERISMO
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Abrí los ojos lentamente y me moví en el asiento de copiloto, haciendo que la chaqueta que llevaba encima se moviera un poco. La miré extrañada. Que yo recordase no me había puesto ninguna chaqueta, pero no le di mucha importancia.
Bostecé y estiré mi cuerpo con cuidado.
—¿Ya hemos llegado? —pregunté mirando a mi alrededor.
—Justo hemos llegado hace menos de cinco minutos —contestó Luc—. Te has despertado en el momento justo.
—Bien —suspiró Viktor—. Todos fuera del coche, y coger todas vuestras cosas. Tenemos que caminar diez minutos hasta encontrar el lugar llano para empezar a poner nuestras cosas.
—Por eso odio las excursiones en la intemperie —murmuró Arashi saliendo del coche, Luc la siguió.
Abrí la puerta y antes de salir miré a Viktor.
—¿La chaqueta es tuya?
—Si —quitó las llaves del coche y abrió la puerta—. Puedes ponértela. Hace bastante frío.
—Gracias —contesté con una pequeña sonrisa—. ¿Pero no tendrás frío?
Viktor negó con la cabeza.
—Tengo otra chaqueta en el maletero.
Asentí y los dos salimos del coche y sacamos todas nuestras cosas del maletero. La mochila que llevaba era incluso más grande que yo.
Viktor cerró el maletero, el coche y se guardó las llaves en el bolsillo del chándal negro.
Me incliné hacia el suelo para coger la bolsa con la comida, pero antes de que mis manos tocarán el asa, Viktor me la arrebató.
—¿Te has asegurado de que no haya animales peligrosos? —preguntó Arashi cuando empezamos a caminar.
—El único animal peligroso que veo cerca eres tu, Arashi. Y dudo mucho que se nos acerque algún animal si estás tú presente.
Arashi se acercó a Luc con la mano abierta, pero Luc logró esquivar aquel manotazo.
—Mira que eres tonto —dijo Arashi. Luc le contestó sacándole la lengua—. Cuidado con lo que haces, porque cuando te pille...lo lamentarás.
Aunque estaba atenta a la conversación, no deje de mirar el suelo en ningún momento. Era demasiado torpe y me conocía. Y no ayudaba nada que el suelo estuviera lleno de piedras, piedras que hicieron que me tropezara, pero antes de caer al suelo, la mano de Viktor agarró fuertemente mi brazo impidiendo que mi cuerpo acabara en el suelo..
—Mira por donde vas.
—Sabes que soy torpe, y el suelo no ayuda —contesté acalorada. Siempre me pasaba cuando me caía o me tropezaba en público—. Y parece que tenga tobillos de gelatina.
Viktor negó con la cabeza con una imperceptible sonrisa.
—No te separes de mí y agárrate de mi brazo —contestó Viktor ofreciendo su brazo—. No queremos sacarte de aquí en ambulancia.
—Y he aquí el lado caballeroso de Viktor —dijo Arashi divertida—. El lado que muy pocas veces sale.
—Es porque Lyssa lo tiene dominado —contestó Luc con una carcajada.
—Que pesados que sois —respondió Viktor con un largo suspiró—. Como sigáis así, me voy con Lyssa a casa y os dejo aquí, a vuestra suerte. Ya me diréis como llegaréis a casa sin coche.
—Como si no existieran los teléfonos —dijo Arashi—. Podemos llamar a un taxi, ¿sabes?
—Preferiblemente que nos lleve Viktor —contestó Luc—. Mejor nos callamos que no quiero pagar un taxi. No soy tan rico.
—Tener amigos para esto —murmuró Viktor para sí mismo. Pero por nuestra cercanía, pude escucharlo perfectamente.
—¿Queda mucho para llegar? —pregunté entre jadeos. Después de caminar un poco al paso de Viktor, yo ya me cansé. Caminaba bastante rápido en comparación conmigo, que caminaba como si fuera una abuelita.
—Eso iba a preguntar yo —dijo Arashi—. Ya me duelen los pies.
—Normal —contestó Luc—. Si llevas calzado no apto para la montaña. Y Lyssa, no queda mucho.
—No me iba a comprar un calzado que seguramente solo iba a usar para esta ocasión.
—Pues no te quejes —respondió Viktor.
—Tú no te metas en la conversación y sigue caminando.
—¿Y porque no te gusta la montaña? —pregunté hacia Arashi.
—Soy una chica de ciudad. Nací en una ciudad. Crecí en una ciudad y moriré en una ciudad —contestó Arashi—. Además no soporto a los bichos. Me dan mucho asco.
—Nunca vienen mal unos cambios de aire —dijo Luc.
—Claro. Como tú te adaptas a todo —dijo Arashi virando los ojos—. Eres como una cucaracha. No mueres por nada y te puedes adaptar a cualquier situación.
—¿Eso ha sido un halago o un insulto?
—Tomalo como quieras.
—Llegamos —anunció Viktor.
Y por fin pude descansar un poco.
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Viviendo con Viktor
RomanceLyssa tenía una cosa clara, odiaba a la propietaria del edifico en el que vivía. ¿Tanto le costaba darle un apartamento en el que poder vivir durante los próximos dos meses? A Lyssa le había quedado claro que la dueña era una urraca, así que para no...