CAPÍTULO 23| NO ME GUSTA SER UNA DAMISELA EN APUROS

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CAPÍTULO 23

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NO ME GUSTA SER UNA

DAMISELA EN APUROS

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Todo salió mal.

Me perdí.

Estuvimos caminando hasta que me entraron ganas de hacer mis necesidades, así que me alejé de ellos y lo hice detrás de unos matorrales. Pero a la vuelta, me equivoqué de camino y perdí a mis amigos.

De eso hacía ya unas dos horas más o menos.

Estaba asustada y no ayudaba el hecho de que estuviera oscuro. Había anochecido hacía apenas unos cuarenta minutos y no tenía conmigo un móvil o una linterna.

Había empezado a caminar en busca del camino hacia las tiendas de campaña, hasta que me dí cuenta que lo más sensato e inteligente era quedarse en un mismo lugar. Así facilitaba la búsqueda.

Atisbé un tronco bastante grande y me senté en el suelo, apoyando mi espalda en el tronco.

Abracé mis piernas y escondí mi cabeza entre ellas. Empezaba a hacer frío y yo me estaba congelando. Solo esperaba que me encontrasen rápido.

No me gustaba estar en esta posición de damisela en apuros. Pero tenía una nula orientación y no quería perderme más y adentrarme aún más en el bosque.

Cerré los ojos y esperé.



★★★


Me desperté cuando escuché unos pasos apresurados. Como si alguien estuviera corriendo.

Levanté la cabeza de mis rodillas justo cuando me apuntaron con una linterna en la cara.

Cuando me acostumbre a la intensa luz, observé a un Viktor sudoroso y con la respiración agitada. Y antes de poder emitir alguna palabra, Viktor tiró la linterna al suelo y se arrodilló junto a mí para estrecharme entre sus brazos fuertemente. Cosa que me sorprendió bastante.

—Me tenías muy preocupado.

—¿Solo a ti? —pregunté cuando pude reaccionar.

—A Luc y a Arashi también. Pero me tenias más preocupado a mí.

Se separó de mí y me miró a los ojos.

—Nunca más te vuelvas a perder. Si no sabes el camino de vuelta, quedate en el lugar y grita nuestros nombres. O si no te acompaño.

—¿A mear? —pregunté incrédula.

—No veré nada que no haya visto ya.

—¡Viktor! —grité con las mejillas calientes.

Viktor se encogió de hombros y me sonrió.

—¿Te puedes levantar? ¿O te has caído y te has torcido el tobillo?

Eso sería muy cliché.

—Me puedo levantar —contesté levantándome del suelo con su ayuda—. ¿Por quién me tomas?

—Por una persona con dos pies izquierdos.

Lo miré mal, pero tenía razón.

—Llevame en tu espalda.

Viviendo con ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora