CAPÍTULO 37| NOCHE EN LA PLAYA

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CAPÍTULO 37

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NOCHE EN LA PLAYA

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—¿A dónde vamos? —ahora me tocaba a mí preguntar nuestro próximo destino.

Después de estar patinando todo el día y casi toda la tarde, en la que no tuvimos la suerte de no volver a ver a la niña, Viktor me arrastró nada más salir del lugar. ¿A dónde? No tenía ni idea.

—Ya verás —fue lo único que me dijo. No explicó nada más y eso me ponía nerviosa. Pero sabía que se estaba vengando por lo de antes.

—No seas rencoroso y dime a donde vamos —insistí apretando su brazo.

—Citaré tus palabras, aunque no exactas —dijo Viktor mirándome con burla—. Es una sorpresa.

Puse los ojos en blanco y solté un gran y largo suspiro.

—Dame alguna pista o algo.

—Deja de insistir tanto —reprochó Viktor soltando un pequeño suspiro mientras negaba con la cabeza—. Solo te diré que antes de ir a nuestro destino final, pasaremos por una tienda.

—¿Para qué?

—Para comprar —contestó con obviedad.

Rodé los ojos.

—Hasta ahí llego —chisté con la boca y lo miré mal—. No soy tan tonta como para no saber que se hace en una tienda.

—¿Y por qué preguntas?

—¿Qué vas a comprar?

—Comida.

Me separé de él, me crucé de brazos y volví a mirarlo mal.

—¿Te ha picado la abeja de la obviedad? —pregunté empezando a irritarme.

—No te pongas así —dijo tras una carcajada. Se acercó a mí y envolvió mis hombros con su brazo para acercarme a su pecho—. No te enfades. Acabarás con el ceño fruncido para siempre a este paso.

—Mira quien habla —contesté con los labios fruncidos—. El ser humano que pasa las veinticuatro horas de la semana con cara seria.

Viktor agachó su cabeza y me dio un rápido y casto beso.

Lo miré intentando ocultar la sonrisa que peligraba por aparecer.

—¿Y eso?

Viktor se encogió de hombros y volvió a besarme. Esta vez no pude ocultar la gran sonrisa de mi cara, que prácticamente abordó todo mi rostro.

—¿No puedo besar a mi novia? —preguntó Viktor con una inocente sonrisa.

—Claro que puedes —contesté poniéndome de puntillas para acercarme a su boca—. Puedes besarme tanto como quieras. No te pongo ningún impedimento.

Y en milisegundo acorté nuestra distancia y uní nuestros labios en un maravilloso beso que no hizo más que ir en aumento, pero antes de que el beso se tornó candente y peligroso, me separé de sus labios y antes de separarme por completo de Viktor, le di un pequeño y rápido pico.

—Vayamos a la tienda —agarré su mano y tiré de él—. Está empezando a oscurecer y aún no sé a dónde me quieres llevar.




★★★

Viviendo con ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora