CAPÍTULO 2| REGLAS

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CAPÍTULO 2

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REGLAS

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No iba a decir que me había enamorado a primera vista de Viktor, porque yo no creía en eso. Pero no negaba que era sumamente atractivo. Su pelo rubio platino alborotado me daban ganas de acariciarlo, quería averiguar si era tan suave como lo parecía. Después estaban sus ojos, eran los ojos más bonitos que había visto. No eran ni azules ni grises, si no de un color entremedio de los dos. Su piel era pálida que se confundía con su cabello. Y después estaban sus tatuajes, adoraba a los hombres con tatuajes. Su brazo derecho estaba totalmente lleno de tinta mientras que en el izquierdo tenía tatuajes sueltos. De los que había podido ver, fueron, una serpiente enroscada en su brazo, una daga y la cara de un murciélago con tres ojos.

Viktor era el tipo de chico que a mí me atraía, aunque cualquier hombre con tatuajes, piercings y anillos me atraía físicamente.

Guardé la última camiseta en la pequeña cómoda del cuarto y me senté en la cama. El cuarto que deducía era de uso exclusivo para los invitados, era bastante grande. Y como toda la casa, estaba pintada de negro, gris y blanco. Las paredes eran de un gris suave, el suelo era de mármol blanco sin una mancha y los muebles eran de color negro. Las sábanas de la cama eran blancas, con cojines de los otros dos colores. Me gustaba el estilo de la casa de Viktor, pero era algo que no haría en mi propia casa. Yo necesitaba algo de color, y en ese piso no había nada, o si lo había, yo aún no lo había visto.

Me puse mi pijama que consistía en una camisa sin mangas de alguna banda de rock que yo desconocía, pero que era muy agradable y mis pantalones cortos hasta las rodillas, apreté tan fuerte como pude los cordones para que no se me cayera el pantalón y me puse unos calcetines largos. Justo cuando terminé de cambiarme picaron a la puerta.

—Si quieres cenar, sal del cuarto —dijo Viktor antes de escucharlo alejarse.

Mi estomago rugió al nombrar la comida. Me moría de hambre. Llevaba desde el desayuno sin comer nada. Me hice un moño para que no me molestara el pelo al comer y salí de la habitación con un poco de timidez.

Me acerqué a la mesa y me senté en frente de Viktor.

—No sé tus gustos en comida —empezó a decir Viktor sin mirarme—, así que he preparado espaguetis con salchichas. ¿Por qué a quien no le gustan los espaguetis?

Al acabar de hablar levantó la mirada.

—Uhm, sí, está bien.

Aparté la mirada de él cuando escuché unos pasos, al girarme me encontré con un dóberman que venía corriendo hacía mí, se paró a unos centímetros y se sentó sin apartar la mirada de mí.

—Este es Thanatos, mi perro —aclaró Viktor.

—¿Dónde ha estado todo este tiempo?

—Cuando no estoy suele quedarse dormido en mi cama.

Asentí para que supiera que le estaba escuchando.

—Come antes de que se enfríe —continuó Viktor.

—Voy.

Aparté la mirada de Thanatos y empecé a enrollar los espaguetis para comerlos. Cuando ya llevábamos un par de minutos en silencio, Viktor decidió romperlo.

—Van a haber unas cuantas reglas mientras tú estás aquí —dijo Viktor. Sé limpió los labios y bebió agua—. A partir de mañana cada uno se hará sus comidas, comprará su comida y los productos de higiene personal que vaya a usar. Lavará su ropa y haremos turnos para limpiar la casa. Nada de traer a chicos y nada de volver muy tarde. No quiero estar durmiendo y escuchar ruidos a las dos de la madrugada. Y, por último, tienes prohibido entrar en mi cuarto.

Viviendo con ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora