CAPÍTULO 36| PISTA DE PATINAJE SOBRE HIELO

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CAPÍTULO 36

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PISTA DE PATINAJE

SOBRE HIELO

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Entramos al lugar donde nos atendieron con mucha amabilidad al darnos los patines y explicarnos todo. Como ya teníamos las entradas compradas, no nos hizo falta hacer cola para comprarlas y directamente fuimos a ponernos los patines.

A mí se me hizo fácil, pero a Viktor no.

—¿Te ayudo? —me ofrecí para ayudarlo. Aunque no veía tanta complicación, era atarse unos patines. Era prácticamente igual que ponerse unas botas.

—No, no hace falta —contestó Viktor acabando de ponerse un patín—. ¿Cómo has encontrado este sitio?

—Mirando por internet —expliqué—. Se ve que lo abrieron hace poco, por eso aún no hay demasiada gente. Aunque eso es un punto a favor. Menos gente menos probabilidades de estrellarse con una persona.

Viktor me miró mal al decir eso último, ya que iba dirigido a él.

—Por supuesto que eso no iba para ti —dije con una pequeña sonrisa.

Viktor terminó de ponerse los patines y caminamos hasta llegar a la pista de hielo, caminando los dos como pingüinos por las cuchillas.

—Si me caigo no te rías —dijo Viktor señalándome con el dedo.

—No soy como tú que se ríe de las desgracias ajenas —contesté entrando en la pista de hielo y deslizándome con facilidad. Había patinado sobre hielo poco en toda mi vida, pero nunca se me había olvidado cómo hacerlo a la perfección—. Entra. Que es fácil. Pon un pie y toma impulso deslizándote y ya verás que automáticamente patinaras con facilidad.

Viktor me hizo caso y entró en la pista intentando no perder el equilibrio, alzando los brazos para tener más estabilidad. Parecía un pato mareado.

—Fácil dices —susurró Viktor indignado—. Es más fácil construir un cohete a la luna.

—Quejica.

Me acerqué a él rápidamente y enderecé su espalda que estaba un poco encorvada.

—¿A quién llamas quejica? Patosa.

—¿Te ayudo o no? —pregunté mirándolo con los brazos cruzados.

—Me callaré, pero ayúdame.

—De acuerdo. Intenta no tirarme, no queremos el efecto dominó —me puse de cara a él y le agarré de las manos para ayudarle a patinar—. Intenta patinar.

Estuvimos así durante varios minutos hasta que Viktor lo controlaba un poco más, así que lo solté para que empezara a patinar por sí mismo, bajo sus reproches y advertencias lo solté, pero lo dejé.

—Pues no es tan complicado —dijo Viktor. Pero habló demasiado pronto, pues perdió el equilibrio y terminó haciendo unas maniobras que parecían un pájaro bebé volando por primera vez, pero esas maniobras le salvaron de caerse de culo.

—Has hablado muy pronto.

—Señor —una niña pequeña vestida de rosa como un cupcake se acercó con muchísima facilidad a nosotros y se quedó mirando a Viktor—. Se parece a Bambi¹. Mi hermano de tres años patina incluso mejor que tú.

Viviendo con ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora