CAPÍTULO 41
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EL APARTAMENTO
PERFECTO
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Viktor tenía un humor de perros.
La noche anterior, y tras la llamada de nuestro agente inmobiliario, los dos nos pusimos muy felices porque ya podríamos ir a ver los apartamentos que habíamos buscado.
Pero ahora, toda esa alegría y felicidad se había esfumado, desintegrado como un algodón de azúcar al tocar el agua.
—No seas tan pesimista —Viktor acababa de salir de la ducha y me había pedido muy tiernamente -cosa que a él le costaba admitir- que le secara el pelo con la toalla—. Ayer estabas muy feliz.
Viktor soltó un largo suspiro y apoyó sus manos en mis piernas descubiertas para levantarse del suelo.
—Eso fue cosa de la efusividad del momento. Fue cosa de ese instante —aclaró Viktor—. Seguro que tardamos en encontrar el apartamento ideal. Y después está el tema del dinero y cuánto tardaremos en mudarnos.
Le di un rápido golpe en el costado.
—No seas así. Deja de pensar de esa manera —me levanté del sofá y mimé un poco a Thanatos bajo los atentos ojos de Viktor—. Si vamos pensando de ese modo, ten por seguro de que no encontraremos el apartamento que buscamos. Sé positivo.
—¿Me pides que sea positivo?
Lo miré durante unos segundos.
—Cierto. Eso es imposible. El positivismo y tú no os lleváis de la mano —dije divertida—. Intenta actuar como una persona positiva.
—Por eso nos complementamos tan bien.
—¿Por qué? —pregunté confundida. Había cambiado de tema y yo estaba confundida.
—Porque tú eres positiva y yo negativo —explicó Viktor sonriendo—. ¿No dijiste que los opuestos se atraen?
—Qué cursi que te estás volviendo —solté una fuerte carcajada y fui a abrazarlo.
Viktor envolvió mi cuerpo de metro setenta y apoyó su cabeza en mi cabeza.
—Pues este cursi te vuelve loco.
—No desmiento nada —escondí mi cabeza en su pecho y aspiré su almizcle.
Viktor se separó de mí después de unos minutos.
—Ve a vestirte mientras yo preparo el desayuno. No quiero que lleguemos tarde.
Asentí y tras darle un pequeño beso lleno de amor, fui a mi cuarto a vestirme.
★★★
Salimos del último piso que habíamos ido a ver y fuimos para el siguiente con el ánimo un poco decaído.
—Sí que sois una pareja difícil de complacer —dijo Benjamin, el señor de cincuenta y tantos años que nos estaba mostrando los pisos.
No nos caía muy bien la verdad.
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Viviendo con Viktor
Lãng mạnLyssa tenía una cosa clara, odiaba a la propietaria del edifico en el que vivía. ¿Tanto le costaba darle un apartamento en el que poder vivir durante los próximos dos meses? A Lyssa le había quedado claro que la dueña era una urraca, así que para no...