CAPÍTULO 42
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EPÍLOGO
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Apilé la caja que tenía en las manos junto a las otras que ya estaban cerradas con cinta aislante y apoyé mi mano en mi espalda baja mientras soltaba un fuerte suspiro.
—¿Ya estás cansada? —Viktor acababa de guardar toda la vajilla en una de las cajas.
—Pues sí —contesté sentándome en el sofá para descansar. Thanatos se acercó para recibir mimos.
—A veces me sorprende tu aguante para unas cosas y para otras cosas —contestó Viktor claramente con doble sentido.
No pude evitar que mis mejillas se pusieran rojas.
—Si, bueno. En la otra cosa suelo estar tumbada en una cama y no de pie agachándome y levantándome a cada rato —expliqué rascando detrás de las orejas de Thanatos.
Viktor sonrió y abrió otra caja vacía para empezar a llenarla.
—Si quieres quédate en el sofá descansando el rato libre que tenemos antes de ir al aeropuerto —dijo Viktor guardando las lámparas de mesita—. Total, queda poco para empacar.
Solté un suspiro y me eché hacia atrás para apoyarme en el sofá.
—Gracias.
Luc se iba hoy hacia Corea y no podía estar más contento.
Hacía una semana más o menos, Luc nos llamó a mitad de la noche gritando y llorando de la alegría para contarnos que le habían aceptado en la Universidad de Seúl y había conseguido la beca. Aunque en un principio nos costó entenderle, ya que parecía que nos estuviera hablando en idioma bebé.
Así que durante los últimos días estuvimos yendo con él para comprar lo necesario para ir a Corea y prepararse para el viaje. Estábamos muy felices por él, aunque algunos no lo dijeran en voz alta.
—¿Echarás de menos a Luc? —pregunté al cabo de unos minutos.
—Claro —respondió Viktor embalando la caja que acababa de llenar.
—¿Y por qué no se lo dices?
Viktor se giró y me miró con las cejas alzadas.
—¿Y darle el lujo de recordármelo toda la vida? No gracias.
Viré los ojos y me crucé de brazos.
—¿Tienes miedo? Vamos, no seas infantil.
—Miedo no tengo —explicó Viktor dejando la caja junto a todas las cajas—. Lo que me irritaría bastante escucharle todo el rato repitiendo que le dije que lo echaba de menos. No quiero acabar calvo.
—Bueno, cambiemos de tema —contesté poniéndome en posición de loto—. ¿Tienes ganas de mudarte?
—Por supuesto —respondió rápidamente Viktor. No lo dudó ni un segundo—. Quiero despedirme de este edificio y de la maruja de la dueña. Y además, estar en un sitio más grande y más barato.
—Lo mismo digo.
Nos sorprendió bastante el precio del alquiler del nuevo apartamento. Era mucho más barato que en el que estábamos y era mucho mejor. Mejor zona, mayor limpieza y más espacio.
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Viviendo con Viktor
RomanceLyssa tenía una cosa clara, odiaba a la propietaria del edifico en el que vivía. ¿Tanto le costaba darle un apartamento en el que poder vivir durante los próximos dos meses? A Lyssa le había quedado claro que la dueña era una urraca, así que para no...