.Mei casi se cae de su silla al ver a la mujer que se presentó frente a ella, sus ojos estaban abiertos ampliamente intentando adivinar si lo que veían sus ojos era un fantasma o era real.
—Hola hija, que gusto volver a verte.
La Kage parecía haber perdido la capacidad de hablar, ¿esto era real?, ¿se había quedado dormida y estaba teniendo una pesadilla?, la mujer allí frente a ella se veía mucho más vieja que la ultima vez que la vio, aunque aun conservaba rasgos de su belleza.
Mei apretó los puños —se suponía que estabas muerta. —dijo con voz trémula.
—Eso quería que pensarás. —dijo con voz suave evitando la fría mirada de su hija.
Mei frunció el ceño, —¿porque querías eso?
Intentó dar un paso hacia la Mizukage pero ella levantó una mano para indicarle que mantuvieran las distancias, —Para no hacerte más daño. —confesó bajando la cabeza.
Eso si hizo enfadar a Mei, se levantó saliendo de tras de su escritorio, —ya no tienes ese poder sobre mi, —caminó hacia la puerta, —puedes irte, —la mujer no se movió, —¿viniste por dinero?, no te daré nada, no te lo mereces, —cerró la puerta nuevamente al ver que su madre no tenia intenciones de irse, también tenia curiosidad por saber que quería, —oh, déjame adivinar, estás aquí para que libere a Yass.
—No seria una mala idea, ya tuvo suficiente castigo. —se atrevió a decir.
Mei se cruzó de brazos y sonrió sorna, —defendiendo a tu morcito, es un pena que ahora si tengas coraje para defender a tus seres amados, oh, pero que estoy diciendo, tu nunca me quisiste madre.
No quería sonar como una niña haciendo una pataleta, pero le tenía tanto rencor a esa mujer.
—Estoy muy arrepentida por eso, después de mucho he logrado perdonarme, el perdón libera el alma, el odio enferma hija. —se atrevió a miras a su hija, estaba orgullosa de ver lo lejos que había llegado y lo hermosa que era.
Mei la observó por un momento, en otros tiempos ella hubiese mandado a encarcelarla apenas se presentó frente a ella.
—¿Quieres mi perdón? —levantó una ceja con incredulidad —que descaro señora, usted sabe que no lo merece, ¿pero sabe una cosa?, me da igual, —se movía lentamente observando a su madre desde todos los ángulos, logrando incomodar y poner nerviosa a su progenitora, —yo también he aprendido que algunas personas no valen la pena ni tenerles resentimiento, hiciste mi vida una pesadilla, pero si no fuera por ti yo no existiera, soy lo único bueno que hiciste en toda tu vida.
—Eres tan contraria a mí, tan inteligente, tan fuerte, tan poderosa. Estoy muy orgullosa de ti hija.
Mei enfureció.
—¡Cállate!, alabándome no conseguirás nada, ¿a que viniste?
—Supe que te casaste.
Sin saberlo, su madre había puesto el dedo justo en la herida.
—Me divorcié, eso también te lo debo a ti, podría hacer una lista de las cosas que me debes pero no perdamos tiempo, voy a dejar en libertad a tu amante para que los dos se vayan de mi aldea, porque es a eso a lo que viniste ¿verdad?, —hizo una pausa, —si que te tardaste. —lo ultimó lo dijo con lentitud, perforándola con su vista,
La mujer frente a ella se limpió una lágrima, saber que su hija seguía sufriendo por las consecuencias de no haber sido una buena madre le dolía.
—No vine por eso, pero si quieres liberarlo eso liberara tu espíritu, guardar rencor contamina el alma y envenena el corazón.