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Drac caía en un abismo después de que sintió sueño.
Caía y seguía cayendo a una velocidad exagerada. Él gritaba de desesperación al intentar frenarse, pero seguía cayendo sin tocar fondo.
Hasta que se detuvo de golpe, después de unos segundos.
Se cubría con sus manos el rostro, pero la inmensidad de la obscuridad era todo lo que sus ojos podían ver.

— donde estoy?—.

Se escuchaba eco al hablar.

— hola!—.

Se mantenía suspendido.
No podía ver nada, no escuchaba nada, ni olía nada. Solo seguía aquella inmensa obscuridad,  un silencio que provocaba ecos.

— Drácula — de pronto se escuchó una voz grave, profunda y sepulcral; algo que jamás había escuchado jamás, y lo llamaba por su nombre.

— Hola! Hay alguien allí? Quien eres? Muéstrate!— le exigió.

— Drácula. Drácula. Drácula. — seguía diciendo aquella voz.

Drac empezaba a sentirse desesperado.
Entonces algo lo aprisionó de sus extremidades hasta del cuello, apresándolo con enorme fuerza.
Fue entonces cuando apareció.
Unos enormes ojos rojos brillantes de color rojo sangre.

— mí-ra-me... hijo de la noche... príncipe de la obscuridad... heraldo de las tinieblas. —
— quien eres?— pudo preguntar con dificultad.
— soy tu amo. Soy al que debes servir. Tú me perteneces. Tú y toda la familia que te queda. Y más tu padre.—

Drácula sentía una opresión en su pecho.
Era desesperación... tal vez?

— yo no tengo un amo. Yo no sirvo a nadie. — seguía contestando como podía.
— te rehusaste a beber sangre durante años. Y ahora... vienes a morder a una Helsing... a un... —. Drac lo interrumpe.
— y eso a ti que te importa asquerosos ojos rojos!—. Está empezando a enojarse.
— me importa y mucho estupido niño.— su voz se escuchaba aún más molesto.

Drac intentaba safarce de aquel agarre.
Pero era imposible, entre más intentaba más inútil era, y peor se ponía.
Sus muñecas ardían, sus tobillos, su cuello; todo aquello en donde estaba apresado.

— Intentar escapar es inútil... mi amado juguete! — se escucha una risa macabra.
— no... s-soy... tú... j-ju... juguete.—
— siempre fueron míos! Y siempre lo serán! Pero ahora tienes que redimirte... mi niño!—.

El agarre de su cuello se hace más fuerte, y empezaba a faltarle el aire.

— solo tienes que matar a la chica Helsing para mi. Esa con la que te revuelcas. Esa maldita y asquerosa mujer!—.
— p-primero mu... mu-er-to... —. Y aprietan más su cuello.
— INSOLENTE!— ahora le gritaba.

Este le clava algo en su clavícula izquierda, Drac intenta gritar pero es uno ahogado, pues el agarre en su cuello le impide generar algún ruido que emane de su boca.

Como era posible?
Como es que algo podía atravesarlo?
Las estacas pueden hacerlo.
Acaso era una estaca?
Imposible! Como podía ser tal cosa.

— yo tengo el control sobre ti. Tu debes servirme a mi y solo a mí. Nada más a mi.— y le atraviesa la otra clavícula.

— te perdonaré si haces la encomienda que te acabo de hacer. Eso es todo lo que tienes que hacer—.

Drac responde negando con la cabeza.
Para este punto empezaba a lagrimear, pues el dolor era más intenso cada vez.

— el rehusarte no hará que deje de torturarte. Tendrás que sucumbir ante mi.—.

Estaba siendo torturado por algo, y sólo podía ver aquellos ojos rojos frente a él, inmensos, que de ser posible y fueran una alberca, podría nadar en ellos.

VAN HELSING. Legacy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora