Capítulo 1: Welcome to Los Ángeles

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Todos en el avión se ven entusiasmados por su vuelo a Los Ángeles, California.

Es decir, ¿Quién no?

Los Ángeles es el núcleo de la industria televisiva y cinematográfica de Estados Unidos. En el se encuentra el muy reconocido y llamativo letrero de Hollywood, el Teatro Chino de Grauman donde luce las huellas de pies y manos de múltiples celebridades , el Paseo de la Fama el cual conmemora a miles de estrellas, y ni hablar de la inmensa cantidad de famosos que residen en esta ciudad, aunque en zonas de alto prestigio, claro.

Al punto que quiero llegar es que es el lugar de las oportunidades para todas esas personas que pretenden saltar al mundo del estrellato o un perfecto sitio turístico para pasar las vacaciones. No precisamente para vivir de forma permanente en una de las zonas más intrincadas, por ende, más peligrosas de la ciudad.

Pero aquí estoy yo...

Mirando por la ventanilla del avión lo lejos que se encontraba no solo mi hogar, si no toda mi existencia, mi esencia, mis amigos y mis sueños.

El rímel corre por mis mejillas en forma de lágrimas negras estropeando el resto del maquillaje, si es que se le puede llamar así.

Mamá desde que inició el vuelo está leyendo artículos de la revista para la cual va a trabajar, sin molestarse un segundo en preguntarse qué tal me encuentro con su decisión de arrastrarme con ella hacia una ciudad desconocida para ambas. Ni siquiera ha tenido el más mínimo asomo de arrepentimiento por ver a su hija como una magdalena.

Típico

-Señores pasajeros, bienvenidos al vuelo con destino a Los Ángeles, California -la voz de la azafata resonó por toda la aeronave -. Por favor, permanezcan sentados y con el cinturón de seguridad abrochado. Los teléfonos móviles deberán permanecer...

Hasta este punto todo me parecía increíble y surrealista. Tenía la esperanza de que fuera solo una pesadilla más y que al despertar me reiría con Andrew y Sofía sobre esto.

-... En cinco minutos aterrizaremos.

Ahora todo es real.

Mi vida tal y como la conocía se esfumó por siempre.

(...)

El taxímetro seguía aumentando el precio con cada segundo de recorrido, que ahora se había vuelto tedioso y monótono. Al principio saltaban a mis ojos luces y lugares explendidos que alimentaban la vista hasta de los más críticos. Pude apreciar a través de los cristales polarizados sitios como parques, discotecas, casinos, pero lo que se robó por completo mi atención fueron los llamativos bares, si mal no recuerdo Library Bar es uno de los que me atrapó por su concepto de literatura clásica entremezclado con el excentricismo de Los Ángeles, no me agrada leer pero es algo curioso. Aunque me aturde pensar en los precios. Encontrar algo barato aquí es como intentar ver Netflix sin internet. El camino actualmente está oscuro y desolado. Solo he visto pasar a nuestro lado un par de taxis, todo lo contrario al inicio, que el tráfico era insoportable.

-Ya verás como nos adaptaremos, solo danos tiempo -mamá colocó su mano sobre la mía intentando expresar apoyo, pero la aparté rápidamente.

Con los ojos vidriosos e hinchados abandoné la paz mental que me daba mirar hacia la nada y escuchar el ruido del motor para enfrentarme con la mujer que más amo pero que más daño me está haciendo.

-¿Adaptarnos? -mi voz salió entrecortada por la nostalgia que llevo conteniendo en el pecho desde que abandonamos el aeropuerto -¿Cómo vamos a adaptarnos a esto, mamá?- señalé al exterior -. Viviremos en el peor vecindario de Los Ángeles. ¿En qué estás pensando?

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora