Capítulo 39: Oscuro placer

770 66 6
                                    

Démian me observa con la perplejidad masacrando su rostro. Escruta de arriba hacia abajo mi cara y anatomía buscando algún signo de falsedad o un atisbo de broma.

No lo encontró...

—Tú...¿Qué?...No...Michel —hizo una mueca de confusión antes de pronunciar lo próximo —...¿Qué edad tenías? ¿Cómo? No...No entiendo.

—Calma —hablé en un susurro mientras sostengo sus manos. Verlo tan consternado es como una patada en mi estómago. Él convirtió a Luna en una versión de mí que ya no existe. Le costará aceptarlo con tal de no perderme pero no puedo seguir ocultándome detrás de una máscara.

Estoy podrida por dentro, mis sentimientos duelen, cada parte de mí se desmorona con el paso del tiempo, tengo heridas sin cicatrizar y algunas infectadas por el incesante sufrimiento. En mi interior guardo a una niña que pide auxilio, a una niña sin infancia, a una niña tan rota que no podía mirarse al espejo sin provocarse asco, a pesar de no ser ella la culpable.

Soy el reflejo de lo que viví. Nada ni nadie puede cambiar eso. Puedo fingir toda mi vida con todos, pero no lo haré con él. Ya mi alma no aguanta más. Necesito soltarlo
Si sigo adelante con Démian él tiene que saber lo que soy y lo que dejé de ser.

—Antes de saber que huiría con mamá tomé una decisión muy dura —mi labio inferior tembló. Démian me presta atención aun con sus ojos desorbitados —No quería seguir sufriendo. Solo deseaba acabar con todos mis tormentos, así que lo hice. Él tenía una colección de vinos. Las usaba sólo para ocasiones especiales —apreté la mandíbula y me aferré a las manos de Démian —Una noche, mientras el golpeaba a mi madre, logré escabullirme de sus vistas. No sé cómo lo conseguí. Sólo sé que mi miedo hacia él me hizo hacer cosas que antes jamás pensé que podría —tomé una larga bocanada de aire —Cogí una botella aleatoria y le eché todo tipo de productos químicos. Desde lociones hasta veneno de rata. Unos pocos días después escapamos mamá y yo. Él murió un par de años posterior a eso. Convencí a mamá de que no necesitábamos saber por qué falleció —las lágrimas hacen cosquillas en mis mejillas por lo que las aparto con coraje —Supongo que fue por lo que yo hice —dictaminé.

Lloro observando hacia mis pies descalzos. No quiero que Démian me vea así. Se cruzó por mi mente la idea de que me dejará aquí y se marchará en algún momento, como haría cualquier persona que conociera mi verdad.

Por el contrario, tomó mi mentón y me obligó a mirarlo directo a los ojos.

—¿Te arrepientes? —su mirada no es comprensiva. Tampoco está cargada de lástima. Es dura, tal vez más de lo que puedo soportar.

—No —negué sin titubeos —Esa es la mejor decisión que tomé en mi vida, porque el hecho de pensar que él seguía vivo me atacaba, no me dejaba pegar ojo en las noches. Si no lo hubiera matado la locura me hubiese matado a mí —después de confesar mi falta de remordimiento sentí que me quité un gran peso de encima.

Jamás me arrepentiré de acabar con la vida de un ser como Karl Flynn. Muchos pensarán que él merecía ir a la cárcel y sufrir año tras año lo que nos hizo, pero nadie imagina la satisfacción que sentí al escuchar la noticia de su muerte y saber que fui yo la que destruyó a ese monstruo. Era alto, fuerte y ágil, me ganaba en todo, pero su adicción fue su punto débil. Ese punto al que me aferré para matarlo.

Démian seguía indescifrable e inexpresivo. Tal vez fue por eso, o por mis temores aún existentes, que nunca pensé que lo próximo que diría sería:

—Estoy muy orgulloso de ti, Michel.

—¿Ah? —quedé como un cuadro. Incluso las lágrimas se secaron por el impacto.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora