Capítulo 34: Dulce muerte

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La ira recorre, en compañía de la sangre, mis venas como un suero inyectado. En la palma de mi mano quedó una sensación de picor tras impactar con la mejilla de Andrew. Su tez blanca sin un toque de pigmento hizo que el golpe quedara tatuado en su piel como un recordatorio temporal de lo que hizo.

-Muchas personas me han traicionado Andrew. Demasiadas. No tienes idea de cuántas mentiras he recibido desde que llegué a Los Ángeles de personas a las que les entregué mi confianza sin vacilar -comienzo a murmurar con asco y aberración hacia el que consideré mi mejor amigo -Pero ninguna se puede comparar al gran puñal por la espalda que le clavaste a Sofía, a nuestra mejor amiga -lo señalo acusadoramente sintiendo como me voy quebrantando poco a poco -¡Yo también tengo sentimientos enfermizos Andrew! ¡Yo también me obsesioné con una persona a tal punto de hacer locuras! Y aún así los puse a ustedes, a mi familia, por encima de ese "amor". Si es que se le puede llamar así -doy un paso hacia él. Me quema por dentro verlo sin ningún tipo de remordimiento. Me observa vacío, carente de emociones -Por un tipo que conoces de meses permitiste que Sofía sufriera -me llevé un balde de agua fría cuando mis palabras, con todas las intenciones de herirlo, no significaron nada para él. Asiento con la cabeza y con la risa más amarga que me permito emitir digo: -La mejor decisión que pude tomar en mi vida es no contarte sobre los maltratos de mi padre, porque ya veo que para ti eso es algo insustancial. Hubieras fingiendo pena y dolor por mí, cuando en realidad eso no te importa -escupí con desdén.

En mi cabeza se reproduce una de las muchas imágenes de mi padre golpeándome. En esos momentos solo imploraba porque alguien apareciera y me salvara. Gritaba a altas escalas con la seguridad de que mi madre o algún vecino me escucharía y vendrían a aniquilar todo mi sufrimiento. Claro que eso nunca sucedió.

Mi yo de pequeña es sustituida por Sofía. Ella es la que llora, la que por más que grita por auxilio nadie aparece, la que sufre esperando una reacción violenta por parte de un ser que debería amarla. Tan solo de pensar que vivió lo mismo que yo me remueve el estómago. La angustia se aglomera en mi pecho, pero no voy a sucumbir a las peticiones de mis ojos para liberar mis lágrimas. Las contengo y con la cabeza en alto me dirijo al segundo cuerpo con emociones diversas. Si mi mejor amigo ocultaba algo tan oscuro que puedo esperar de los demás.

-¡Mamá! -me alejé por la impresión tapando mis labios con ambas manos -Eres tú...creí que te había perdido -besé efusiva su frente y sus mejillas. Al igual que Andrew le es imposible comunicarse pero a través de sus iris puedo ver la felicidad mutua al verme sana y salva.

-Katherine Jones, o también conocida como la Señora Mitchel es la madre de Michel Mitchel. Estuvo casada con Karl Flynn, hermano del exitoso empresario Benja Flynn, durante seis años. De ese amor nació nuestra querida víctima principal -tensé la mandíbula. Harriet revivirá una vez más mi pasado para que toda La Trinidad saboree cada gota de mi agonizante infancia -Todo era pura felicidad hasta que Karl llegó un día y comenzó a golpear de la nada a Katherine y posteriormente a su hija -entornó la mirada en mi dirección con suspicacia -O eso es lo que te hizo creer tu madre -soltó sin anestesia dando directo a mi lado desprevenido.

Estuve a punto de mirar a mi madre para exigirle explicaciones. Porque es lo más coherente. Porque es lo que cualquier persona perpleja ante tal insinuación haría.

Decido aplacar mi intensa necesidad de pedir respuestas. Con Andrew solo recibí un duro golpe de frialdad. Si ocurre lo mismo con mi madre no sé que tan mal reaccionaría.

He estado consciente de que me oculta cosas desde que soy una niña. La mayoría de madres lo hacen. Intentan pintar el mundo lo más rosa posible para sus hijos a base de falacias y verdades a medias, mientras nosotros debemos ser lo más transparente posible. Yo no lo he sido con ella, así que en teoría no importa lo grave que sea su secreto, deberé soportarlo.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora