Capítulo 27: Hora de la verdad

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—Mi infancia no fue precisamente fácil. Desde los cuatro años presencié como mi padre biológico agredía a mi madre —Démian me escucha con atención en tanto yo me concentro en un punto muerto para lograr recordar lo que hace mucho tiempo enterré.

—Debiste haber sentido mucho miedo —dice con pena. No me engaña, es un sentimiento algo forzado. Aún así agradezco el esfuerzo por mostrar compasión.

—Como no te lo imaginas —la humedad brotó de mis ojos.

Era de noche. Llovía a cántaros. Los relámpagos eran los encargados de iluminar el cielo suplantando a la luna y las estrellas. Extrañamente y, a diferencia de los demás niños de mi edad, me encantaba ese clima. Los truenos estallando lograban callar los gritos constantes de papá, siempre solía alzar la voz cuando volvía del trabajo. Mamá decía que no le diera importancia, pero en serio no era de mi agrado escucharle.

Mi muñeca favorita, Dolly, estaba acompañándome para tomar el té en esa noche tan ideal. De vez en cuando la dejaba hablando en solitario para observar la carrera de gotas en la ventana de mi habitación, pues, no era muy complicado distraerme.

Como casi todas las noches mamá empezó a gritar, incluso más alto que papá, pero de una manera diferente. Miré hacia la puerta de mi habitación con la suculenta necesidad de abrirla y salvar a mamá, pero tenía miedo. Solo me quedaba taparle los oídos a Dolly en tanto me dedicaba a llorar esperando pacientemente a que terminaran los gritos.

Lo que hizo diferente esa noche de las demás es que ni siquiera los poderosos truenos pudieron opacar los chillidos de mamá.

Ella me advirtió que bajo ninguna circunstancia saliera de mi habitación cuando papá estuviera, pero la curiosidad pudo más que yo. Al fin y al cabo era una niña de cuatro años.

Ahora vuelvo Dolly —le susurré a mi muñeca dejándola nuevamente frente a su tasita de té.

Caminé hasta la puerta y la abrí lentamente para que uno de mis ojos pudiera captar algo de lo que estaba pasando afuera. Al estar en el segundo piso no logré ver nada, así que caminé de puntas hasta la escalera.

Vi a papá encima de mamá apretando su cuello. Mamá golpeaba sus brazos. Su color de piel se estaba tornando violáceo, no sabía el por qué. A ella no parecía gustarle lo que papá hacía, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Papá alzó su puño y le pegó a mamá en la cara más veces de las que podría contar a mi corta edad. Me asusté a más no poder cuando la mujer que más amo en el mundo comenzó a sangrar. Ese líquido rojo salpicaba la alfombra y el rostro del que ahora, me parece, es un monstruo.

¡Para! ¡Para, por favor! —vociferó mamá.

—Michel, ¿estás segura que quieres continuar? —Démian atrapó mi rostro en sus manos con preocupación.

Mi pecho baja y sube al no controlar mis emociones por recordar el pasado.

—S-sí. Está bien —limpié mi cara y me preparé mentalmente para proseguir.

Papá dejó a mamá en paz. Eso alivio el malestar instalado en mi estómago. Cuando estuve apunto de regresar a mi habitación papá volvió con una botella de cristal en sus manos. La hizo pedazos al chocarla contra el piso. Él pasó el vidrio por la mejilla de mamá, provocando que más sangre brotara. Mamá hacia muecas de dolor. Sin quererlo, comencé a llorar en alta voz. Papá dejó a mamá. Toda su atención se alojó en mí.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora