Capítulo 16: Creer o No Creer

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En la página web nos encontramos apuntadas dieciocho personas. Inicialmente jugaremos en equipos de nueve. De ambos equipos se eligierán a los mejores miembros para pasar a la siguiente ronda.

Para ponerle más tensión a esta batalla cerraron todas las puertas y ventanas de la habitación. La única iluminación es la de las pantallas alumbrando nuestros rostros y la fosforescencia de las lámparas led.

En el equipo contrario se encuentran Jazmín, Démian, Christian, entre otros desconocidos. En el mío están Max, que está posicionado en el computador a mi derecha, Briana, y la pelirroja que me atacó en la piscina. Las demás personas están haciendo apuestas. Hay quienes ofrecen hasta joyas o sus celulares de gama alta. No están apostando a un equipo en sí, más bien a los jugadores individualmente.

Todos tienen a alguien que confían y dan dinero por ellos... Excepto yo.

Toco el teclado con mis dedos. No se siente extraño. Todo lo contrario, es un tacto familiar.

—¿Aprendiendo a usar la computadora, Michel? —preguntó Jazmín. Como siempre intentando sembrar cizaña.

Démian, que está a su lado, tuerce los labios en una sonrisa, aunque sin voltear a verme.

—Puede ser —le devolví una sonrisa hipócritamente cordial a la rubia. Volví a centrarme en el inicio del juego.

—Deberías saber que aquí solo juegan profesionales. El tiempo de entretenimiento terminó hace cinco minutos —realizó un puchero dedicado a mí.

—Lo sé —dije intentando restarle importancia a su interés de dejarme mal.

La foto de ambos durmiendo juntos penetró mi mente. Aunque ahora esa acción se ve diminuta al lado de lo que descubrí ayer. Quién sabe, así como utilizó a la profesora Wesly y a mí también lo hace con Jazmín. Me sorprendería poco. Toda su vida gira alrededor de un solo objetivo, los demás somos peones en su turbio juego.

—Dejaremos a los invitados escoger el mapa —dijo Christian arrastrando su silla hacia adelante. Se encorva ya que la pantalla le queda chica.

—Yo voto por Nuketown —propuso Max.

—¿¡Qué!? Pensé que jugarían con Zombies. Ya no quiero ver esto —bufó Harry. Todos lo ignoramos. Se siente cierta presión en el ambiente.

Nuketown, es perfecto. Es un clásico, todos estaremos al mismo nivel —opinó un chico que no conozco.

—Lo dices porque vas a perder —esta vez hablo una fémina del equipo contrario.

—¿Propones algo Carla? —tomó la palabra otro integrante de nuestro equipo.

—No, Nuketown entonces —elevó las manos a modo de rendición pero con un gesto facial que deja entrever que le parece pan comido el juego así como vencer a sus rivales.

Sentí el peso de la mirada de Max en el perfil de mi rostro. Lo observé extrañada y elevé los hombros a manera de interrogación.

—Normalmente ese mapa me aburre. Lo hago por ti —susurró en mi oído.

—Me estás subestimando. Al igual que todos —defendí conociendo mis habilidades en los juegos. Call of Duty es uno de mis favoritos, he llegado alcanzar hasta cuarenta medallas, pero hay muchos juegos más que también controlo a la perfección.

—No digo que seas mala jugadora, pero siéndote sincero no creo que seas buena y mucho menos pienso que estás a nuestro nivel. Por lo que te doy cinco segundos para que te retires con tu dignidad intacta —ofreció sin anestesia, es decir, carente de piedad o interés en mis sentimientos.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora