Epílogo

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Dos años después...

Tokio, Japón 2024

Son las cinco de la mañana. Me encuentro fumando en mi balcón mientras el clima gélido me abraza la piel. Un día más en el que espero verlo aparecer, y otro día más en el que no llega. Tiro el cigarrillo cuando está casi consumido para adentrarme en el departamento, el cual está echo un desastre. Estando en el baño escuadriño mi reflejo. Ojeras violáceas, cabello negro teñido y mal cuidado, labios resecos, mirada perdida y apagada.

No me causa sorpresa encontrarme con el espejo, pues, así soy desde que él no está.

Lavé mi cara con agua helada sintiendo la frialdad entrando por mis poros.

Me senté sobre la cama para ver la televisión mientras desayuno palomitas de maíz, esperando a que sea la hora de marcharme a la Universidad.

Me vestí con un abrigo negro de tela gruesa, unos pantalones anchos y un unas botas trenzadas. Recogí mi cabello en una cola descuidada y dejé mi rostro libre de cualquier producto cosmético.

Esta es mi vida desde que llegué a Japón hace dos años. Amargada, sin sentido y solitaria.

Mamá sobrevivió. Cambió su identidad para sentirse más segura pero yo no lo hice. La muerte es algo a lo que ya no temo. Si he de perder la vida será con el nombre de Michel Mitchel, la asesina de Harriet Goldstein, heredero de La Trinidad.

Para protegerla decidí que lo mejor era alejarnos. Vivir en edificios diferentes sería lo ideal para ambas. Para mantener discreción nos vemos solo cuatro días al año.

Obviamente al mantener mi identidad sin alteraciones he tenido varias visitas individuales de miembros del imperio de asesinos. Algunos de sus cadáveres residen en mi armario, otros los he desechado en las profundidades del océano.

Me enorgullece decir que no soy la chica débil que conociste al inicio de la historia. He tomado clases de defensa personal en Tokio. Vencerme ya no es una tarea sencilla.

Si Démian estuviera vivo no sé que pensaría de mí. ¿Estaría orgulloso, o decepcionado por verme corrompida? Tal vez nunca lo sabré.

Llegué a la Universidad en el horario justo para evitar la interacción social. Las personas me causan repulsión. A veces por mi cabeza se pasea la idea de asesinarlos uno por uno de la manera más cruel e inhumana posible, pero me resisto. Debo guardar mi ira y fuerza para enfrentarme a mis verdaderos rivales.

Entré al salón y me senté en el último asiento. No tengo acompañante y honestamente me siento satisfecha.

El salón comenzó a llenarse de estudiantes. Las ruidosas voces y carcajadas me obligan a girar los ojos al techo con hastío.

Silencio. Vamos a comenzar —al entrar la profesora todos se ubicaron en su sitio en un santiamén. Aquí, en Japón, se le debe un gran respeto a nuestros superiores.

La clase se desarrolló de manera normal. La profesora tenía su ritmo marcado como de costumbre, pero ese orden fue interrumpido por unos toques suaves en la puerta.

¡Adelante!

Llevé mis ojos esmeralda hacia la entrada. Me mantuve ecuánime pero por dentro mi organismo está colapsando.

Una figura alta, vestido de negro del cuello hasta los pies, con un cabello y ojos azabaches se paró bajo el umbral.

¡Oh! Eres el estudiante nuevo —la profesora le sonrío cordial —Puedes pasar y sentarte.

El chico analizó los dos asientos vacíos, uno de ellos era el mío. Elevé una de mis comisuras cuando comenzó a desplazarse hacia mí con un aire vago y perezoso.

Cuando se ubicó a mi lado su perfume dulce pero varonil impregnó mis fosas nasales.

Te presento a tu nueva compañera. Ella es...

—Soy Michel Mitchel —interrumpí para presentarme yo misma.

¿Quién diría que la peor decisión de su vida fue sentarse a mi lado?

Nota de la autora:

Hola. Este es el fin de la historia. Espero que les haya gustado. Perdón por la demora en las actualizaciones, sé que eso hace que se disfrute menos. Para la próxima historia prometo subir capítulo semanalmente. Gracias a todos mis lectores por darme una oportunidad y apoyarme. Los quiero ❤️




Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora