¿Saben?
Incluso estando envuelta en ella, la muerte sigue siendo algo curioso e inexplicable. Me es difícil darle una definición aunque esté experimentándola en mi propia piel.
Tiene un sabor amargo, si pudiera esculpir un semblante en mi pálido rostro sería una mueca sin lugar a dudas, como cuando comes un limón o en tu lengua cae una pizca de sal. Sería de esas gesticulaciones involuntarias que te sacan arrugas en áreas de tu cara que jamás pensaste tener semejantes líneas de expresión.
Evidentemente, al estar a varios pasos lejos de la vida me mantengo en un estado ecuánime. Aunque me deprime la idea de pasar el resto de la eternidad con ese gusto invadiendo mis papilas gustativas.
Para mi grata sorpresa tiene un olor delicioso. Cuando era pequeña pensé que la muerte tendría un hedor repulsivo, así como vomitivo. Creí que olería a nuestro mayor pecado. Cuando mi padre falleció estuve convencida que por el infinidad de los tiempos en su olfato prevalecería esa fetidez a alcohol que me hizo sentir cuando solo era una criatura inocente. No sabía de donde provenía esa hediondez, solo estaba consciente del asco que me provocaba.
Resulta que su aroma es dulce con pinceladas varoniles. Inhalo fuerte para que esa maravilla llegue a mis pulmones.
Todo era perfecto. No volvería a ver a mi madre, a Max o a Démian pero al menos me encuentro sumida en la más exquisita paz. Además, para agregarle más peso a mis malas acciones en vida, asesiné a una persona sumamente influyente que podría hacerme la existencia de cuadritos. Lo mejor era fallecer así. Sin torturas, sin miedos, sin cargar con la pérdida de otro ser querido. Solo somos mi alma y yo contra lo que pase a partir de ahora.
Ahora sí. Llegó la hora de despedirme. La luz vino a por mí.
¿En serio te crees que tu muerte va a ser así de simple?
¿Conciencia?
Es hora de enfrentar la cruda realidad.
¿Qué?
Apreté los párpados en el instante en que me atoré con mi propia saliva.
Comencé a toser pareciendo un personaje de la película El Exorcista. Alomejor no morí de un balazo o por desangramiento pero sí lo haría gracias a mis propios fluidos. Mi anatomía me detesta y ya no se esfuerza en disimularlo. Me recuerda mucho a mi estúpido destino o al conspirador Universo.
—¡Por Dios! —gemí. El movimiento brusco que hago al toser causa punzadas torturadoras en todo mi organismo.
Un sujeto que no me molesté en mirar me tendió un vaso de agua. Fue tan ágil que dio la impresión de estar preparado para que esto sucediera.
Al incorporarme mi cintura gritó por el malestar que la estaba atacando sin piedad. Obvié esa situación por un momento para pasar el líquido por mi garganta. Al recomponerme de mi asfixia posé mis ojos en la venda que envuelve mi torso. En ese instante los recuerdos golpearon mi cabeza sin piedad causando una jaqueca. Solté el vaso de cristal para sostener mis sienes.
Harriet Goldstein, la mansión, los miembros de La Trinidad, los disparos, mi herida. Todo llegó de nuevo a mi mente.
—Genial. Ahora tendré que barrer —habló una voz perezosa y arrastrada frente a mí.
Elevé la vista topándome con una figura alta y con aspecto sombrío. La escasa iluminación que reside en este lugar hace que una parte de su rostro y su cuerpo sea bañado por una sombra que delinea sus rasgos. Su rostro, completamente escuálido, analiza los trozos de vidrio que ahora yacen en el suelo. Lleva un abrigo de color negro con la cremallera abierta. Debajo de este no tiene nada de ropa, dejando ver su abdomen y pectorales perfectamente tallados por los angeles.
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Démian Gray
RomanceY sí. Sabía que era una pésima idea... Démian Gray es todo lo malo que representa la sociedad. Su personalidad es ese callejón oscuro al que nadie querría acercarse al anochecer. Su físico es una luz que encandila hasta lo más profundo de tus pupila...