Capítulo 23: La texana

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Busqué en mi armario la ropa más cubierta que encontré y me fui lejos de ellos para vestirme. Después de que Max y Démian me vieran desnuda solo puedo agradecerle al Dios de la depilación por haberme iluminado ayer y guiarme por el camino menos humillante. Eso no elimina la vergüenza de que hayan visto mi mayor inseguridad en su máxima gloria, pero pudo ser peor.

Me recriminé en baja voz encerrada en el baño. Veo mi cuerpo en el espejo una y otra vez buscándole el lado bueno. Está de más decir que no lo encontré. En todos los ángulos soy un fideo con celulitis.

Regresé a la habitación sintiendo el sudor frío escurriendo por mi espalda. Una punzada de pudor golpea mi estómago.

No notaron cuando entré nuevamente. Están ensimismados charlando sobre su siguiente golpe contra Benja Flynn. Muerdo la uña de mi pulgar buscando que decir para que se percaten de mi presencia sin la necesidad de acercarme mucho.

—Michel, ¿Te vas a quedar ahí parada toda la noche? —se interrumpió Démian para dirigirse a mí.

—E-eh...Yo...Bueno...Sí, supongo que me sentaré —maldije a mis nervios internamente. Si notan que estoy inquieta se preguntarán el por qué y recordarán mi anatomía descubierta frente a ellos. Mis mejillas arden de solo pensarlo.

Me senté en la esquina de la cama más alejada de la ventana, en la misma que está reposando Max. Démian está en el suelo.

—Estuvimos hablándolo y coincidimos en que tienes toda la razón. Si luchamos entre los dos solo seremos un estorbo en el camino del otro —comenzó explicando Max a lo que asentí distraídamente.

—Si nos unimos acortaremos más el tiempo y los tres saldríamos beneficiados —terminó Démian.

—Muslos de pollo —mis párpados se alejaron de una manera peligrosa —¡Digo sí! Quiero decir...¿No tienen hambre? —cambié de tema bruscamente.

¿Muslos de pollo? ¿En serio?

Ambos negaron a la vez.

—¿Te sientes bien? Estás sudando mucho —inquirió Max estupefacto por mi compartimiento.

Me separé de la cama para comenzar a dar vueltas en círculo mientras me abanico con la mano.

—Tengo mucho calor —me quejé.

—Eso es porque te pusiste medio kilo de ropa encima —justificó Démian observándome de pies a cabeza.

¡Genial Michel!

Ahora relacionaran la palabra "ropa" con las palabras "sin ella" y se acordarán de mi desnudez.

Le di una patada por la retaguardia a esas ideas que solo empeoran mis nervios y embellecen el designio de ahorcarme con las cortinas de la bañera.

—Solo díganme su plan —los alenté a hablar antes de que mencionen algo sobre lo sucedido.

Max sacó su celular para mostrarnos las imágenes de varios documentos que no me esforcé en leer.

—En mi investigación descubrí que, además de su mansión, tiene otras tres propiedades a su nombre. Cada una en un punto distinto de la ciudad. Algo muy típico de criminales poderosos. Si revelamos que en alguna de estas casas hay armamento mi plan de asesinarlo se iría al carajo —explicó Max cual profesor, solo que quitando la parte de profesor.

—También en algunas de estas propiedades podría tener encerrada a Luna —planteó Démian.

Ordené cada palabra en mi mente para no volver a cometer otro asesinato al lenguaje:

—Entonces, el plan sería que fueramos a investigar las tres casas para hallar algún tipo de arma o a Luna —expuse mi deducción.

—Casi. Te equivocaste en algo —Max dibujó una sonrisa ladina. No me transmite ninguna emoción agradable.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora