Bikinis...
Una sola palabra que tiene como concepto: Cosa que le debe quedar fatal a Michel Mitchel.
Hubo una etapa de mi vida en la cual sufrí de obesidad no tan extrema. Los bikinis, bañadores, tangas; todo se resumía en complejo y aberración hacia mi cuerpo. Mi celulitis estaba repartida por mi abdomen, nalgas y muslos, al igual que las molestas estrías que se apreciaban más con el sol de verano. Siempre me límite a ir a la playa con mi familia por el ahínco de mis tías en que bajara de peso, y cuando lo hacía era una obligación usar lo más tapado posible.
Actualmente, como todos saben ya, soy una tabla por trastornos alimenticios provocados por esa misma inseguridad, la misma que no ha cesado.
Llevo una hora buscando el bañador que se adapte mejor a mi tipo de cuerpo pero parece no existir. Algunos me quedan enormes, otros tapan tanto que hasta una monja sería capaz de usarlo, otros enseñan cada parte de mi estructura ósea, haciendo visible mis aún existentes defectos del pasado, pero agregando flacidez en mis glúteos y aductores.
Me miré al espejo de cuerpo completo portando un trikini rojo, sintiéndome incómoda conmigo misma. Inconscientemente la palma de mi mano encarceló al brazo contrario.
Démian tiene razón. Mi lenguaje corporal es un asco.
—Michel ¿A dónde vas?
Para mi sorpresa al cerrar la puerta de la recamara me encontré con la imagen de mamá preparando tostadas con una mermelada de color verde. Hundí el entrecejo. Se debe más al color moco de lo que, se supone, es mi desayuno, que por la presencia de mi mamá.
—Deberías estar trabajando. ¿Tienes fiebre? Bueno no, sueles ir al trabajo acatarrada. ¿Es de vida o muerte? O peor todavía ¿Eres un ser de otro planeta que ha capturado el cuerpo de mi madre? —me acerqué un poco para asegurarme de que sea ella y no una impostora.
—Renuncié.
—Ah, tiene sen... Espera... ¿Qué? —quedé como un cuadro por la información.
Ustedes no lo saben pero Katherine Mitchel es una adicta al trabajo desde que tengo conciencia. Verla preparando el desayuno es más sobrenatural que tener al espíritu de Michael Jackson en mis narices.
—Tranquila. No estoy enferma —me ofreció mi plato con el pan mocoso acompañado de una sonrisa burlona por mis ideas conspirativas —. El lunes comenzaré trabajando de recepcionista en un hotel cuatro estrellas. Ganaré el doble, para no decir el triple, de lo que ganaba en la revista —nos sentamos en el sofá sintiendo su crujido habitual.
—¿Cómo lograste entrar ahí? —dije con las mejillas infladas. La cosa verde no sabe nada mal.
—La hija de la dueña del hotel quería ser modelo en nuestra revista. Todos la rechazaron sin saber su posición económica... Menos yo —bebió del jugo de naranja que también preparó para proseguir hablando como vieja chismosa que descubrió a la nieta de su hermana follando —. Su intención era crecer sin la ayuda de su familia y gracias a mi bondad ahora trabajaré en ese sitio —argumentó como una villana a la que le salió bien su jugada.
—¿Cuál es el nombre de la chica?
—No recuerdo...Mmm...Jana o Jaslin... En fin, eso no es lo que cuenta. Lo que cuenta es que ya no tendrás que trabajar más en la biblioteca de la señora Backer.
—¿Segura? —no voy a negar que me emociona escuchar eso. Los trabajos nocturnos no son lo mío.
—Segura. Además tu padre también ascendió a un mejor puesto. Podrá enviarnos más dinero. Quiero que te centres de lleno en tus estudios —masajeó mi hombro. Su mirada destila dulzura. Se la devolví como pude.
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Démian Gray
RomanceY sí. Sabía que era una pésima idea... Démian Gray es todo lo malo que representa la sociedad. Su personalidad es ese callejón oscuro al que nadie querría acercarse al anochecer. Su físico es una luz que encandila hasta lo más profundo de tus pupila...