Capítulo 31: Harriet Goldstein

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Todos en la sala tienen sus ojos fijos en mi cuerpo. Me sorprende a mí misma el hecho de no estar temblando o preocupándome de ser el centro de atención. No cabe duda de que estoy muerta por dentro.

Una gran ola de asesinos analiza cada insignificante parte de mi existencia. Una minoría me observa como un pedazo de carne, y no por algo sexual, quiero decir que literalmente está pasando por sus retorcidas mentes cortarme en mil pedazos.

La gran mayoría está asombrada. Al detenerme a analizar el panorama veo pura confusión tatuada en sus rostros.

Mis pupilas chocan con las de Démian. Jamás lo había visto tan tenso como hoy. Es como si rogara que lo tragara la tierra.

O que me tragara a mí.

Consecuentemente me encuentro con Jazmín, Briana, Christian, Harry y los gemelos. Sus almas parecen haber abandonado sus cuerpos.

Lo que terminó por descolocarme completamente fue encontrarme con Max derramando lágrimas. Se mantiene estático. Sus gestos faciales no muestran ninguna emoción más que ecuanimidad, pero sus ojos delatan tantas emociones que no logro comprender.

—Les dije que estaba por llegar —dice el tipo enmascarado atrayendo la atención de todos nuevamente, incluyendo la mía.

En ese instante Doja, Rita y Ronald se detienen tras mío. No hace falta mirarlos para saber que quedaron boquiabiertos por el extraño escenario.

—Adelante. No se queden allí parados —su voz es distorsionada por la máscara, pero aún así tiene un tinte que ya he escuchado antes —Los tres de atrás pueden sentarse junto a Miley, Douglas y Max —señala los asientos libres —Tu asiento está aquí en primera fila Michel Mitchel. Eres nuestra invitada especial —se aparta para mostrar mi asiento "en primera fila" justo en el centro de la tarima.

—¿Qué diablos...? —jadeo ofuscada.

—Es una trampa —susurra Ronald.

—Vámonos de aquí —alentó Doja con las cuerdas vocales en un hilo.

No les dio tiempo de mover un músculo cuando los guardias que respaldaban la entrada aparecieron para impedirles escapar.

Uno entra a la fuerza a Rita y a Doja mientras que otro se encarga de Ronald y de mí. El chico a mi lado aplica resistencia y dice groserías aleatorias, mientras yo me dejo guiar hacia el misterioso hombre.

Nos liberan a los cuatro a punta de pistola. Cada uno con pavor se ubica en su sitio.

Vi como Ronald se sienta junto a Max. Su primo intenta sacarle explicaciones pero Max no me pierde de vista.

—Ven Michel, no seas tímida —insita el enmascarado.

Camino con seguridad hasta él. El silencio provoca que mis pasos sean lo único que resalte en los oídos de todos los presentes.

Antes de tomar asiento me detengo frente a ese ser que oculta su identidad. Puedo ver sus ojos tapados por la redecilla de la máscara. Mi cabeza no abandona la idea de que le conozco a pesar de no poder ni siquiera distinguir el color de sus iris.

Me posiciono donde me pidió. Todos se enfrascan en mi persona. Yo me dispongo a no perder de vista cada movimiento del hombre que tengo enfrente.

Se desplaza de un lado a otro satisfaciendose de las distintas reacciones.

—Como iba diciendo —retoma lo que parece ser un discurso —Mi padre, William Goldstein, dueño y, a su vez, accionista de La Trinidad ha renunciado a sus cargos, los cuales ha mantenido por más de una década, cediéndomelos a mí, Harriet Goldstein, su hijo.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora