Capítulo 18: Muerte y Cita

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-Desenterrar un cuerpo -pronuncié pausadamente oyendo lo ridículo pero preocupante que suena.

-Sí. Lo de todos los días, ¿No crees? -bromeó Ronald mientras saca una bolsa negra del maletero de su auto con los instrumentos que necesitaremos. Es decir, dos palas.

Son las siete de la noche y ya tenemos a un manto oscuro sobre nuestras cabezas que posibilita ocultar los más turbios actos que cometeremos esta noche.

Está claro que este momento del día es el cómplice de los crímenes más horrendos. Duerme a los inocentes y despierta a las más temidas bestias.

El rostro de Démian se pasea por mi cabeza. Un joven adulto que se aprovecha de la oscuridad para asesinar y torturar víctimas, y como él millones repartidos por el mundo, mientras que cuando el sol ilumina las calles actúan como gente normal.

Dejando de lado la realidad de nuestro planeta me acerqué a la reja que imposibilita nuestro paso al interior del lugar donde descansan los que ya no están con nosotros.

Se me paralizan los vellos corporales al ver a centímetros de distancia lápidas con flores y otras ofrendas recientes. Otras están vacías o con rosas ya marchitas, como si sus seres queridos se hubiesen olvidado de hacerles una visita.

En esto se resume la vida. Vivir, dejar huellas en las personas que amamos, luego morir y esperar a que esas huellas se las lleve el viento en tanto nosotros vamos siendo reemplazados.

Suspiré pesadamente para incorporarme junto a los chicos.

-¿Cuál es el plan? -inquirí viendo fijamente a la figura masculina, que parece ser el más sereno de nosotros.

Doja mira a sus alrededores espantada y Rita se quedó rígida tras salir del coche. Me gustaría reaccionar la mitad de mal que ellas pero he pasado por sucesos mucho más traumáticos.

-Hay un guardia merodeando por los alrededores del cementerio -sacó un plano con un fondo azul y dibujos en blanco a la vez que lo ilumina con una linterna pequeña que acomodó en el espacio de su oreja y cabeza -. Tiene horarios para hacer su guardia. En este momento debería estar más o menos por aquí -señaló un punto en el papel que representa el lado opuesto del cementerio teniendo en cuenta donde nos encontramos ubicados.

-¿Significa que debemos entrar ya? -tomé el plano en mis manos, fingindo que entiendo algo de lo que aquí se plasma.

-No, justamente está en nuestro objetivo -marcó con un lápiz que acaba de sacar de su bolsillo el lugar exacto a donde debemos ir.

-¿Y por qué estamos aquí y no allá? Nos ahorraría una larga caminata -propuse lo que me pareció más lógico agudizando mis cuerdas vocales y arrugando el entrecejo.

-Fíjate en las medidas de las rejas. Son diferentes -puntualizó -. Las de ese lado sería casi imposible cruzarlas, son el doble de largas que estás.

-Entonces, ¿Cómo, o más bien, cuándo entraremos? -más que una pregunta parecía una réplica de Doja, que por fin dejó de andar de un lado a otro.

-De ocho a ocho y media es su comida nocturna. Esa será nuestra oportunidad. Las ayudaré a subirse y luego iré yo. Será pan comido -iba diciendo en tanto escribe cosas inentendibles en nuestro supuesto mapa.

-¿Y tú cuándo calculaste todo esto? -volvió a tomar la palabra.

-Mientras te hacías la manicura -torció sus labios en una sonrisa.

Rita gruñó antes de decir su primera palabra de la noche:

-Ese gilipollas... -se desparramó una lágrima de sus ojos -. Esta vez si se pasó. No deberíamos hacer esto -propuso en el borde de la desesperación.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora