Capítulo 14: Necesito la Ayuda de un Asesino

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Analicé la foto un par de veces intentando buscar en mi interior alguna emoción negativa. Aunque me alegra decir que solo sentí desinterés.

Ya llegué a mi límite con Démian. No puedo soportar más su actitud.

Admito que ese límite debió aparecer desde el momento en que supe que entre sus manos morían personas. Claro que ese hecho me espantó, como a cualquier humano lo haría, pero a la vez el haberme dejado viva llevó a un profundo agradecimiento por mi persona, y de ahí nacieron sentimientos indecisos que pasaron a un capricho.

Un capricho al que ya renuncié.

Ahora mi enfoque cambió completamente apuntando hacia Max. Miembro de los Sahuesos, según mi deducción.

Doja cumplió mi petición y pasó por mí a Vernon Main, la parada de bus más cercana a South Central. Me comentó que el resto de los chicos ya se habían adelantado para sobornar al señor de la entrada, ya que resulta ser que era por reservación, algo no muy sabido porque el lugar es completamente nuevo. Me cosquilleaba en la lengua el preguntar por Max, saber si contaríamos con su presencia, pero eso me haría ver bastante obvia.

Doja se encargó de distraerme de mis preocupaciones en el trayecto con su sinfín de temas de porrista. Casi se me escapa un bostezo pero por al menos unos minutos me logré disociar de la realidad, donde mi mayor preocupación es aprender a caminar con tacones y no la de tener que salvar a un chico secuestrado.

Ya les dije... Demasiados temas de porrista.

—Casi olvido comentarte Michel. Emily me envió una carta donde te manda saludos —dijo tomando una actitud más entusiasta.

Si hubiera tenido alguna bebida alojada en mi boca la hubiera escupido por el impacto de su información.

—¿Una carta? ¿Cómo es posible? —me giré en el asiento para poder verla mejor y buscar en sus ojos algún rastro de broma.

Ella me miró rápidamente de reojo y volvió a centrarse en la carretera. Se le nota tensa por el papel de cuchillas que han tomado mis ojos.

—Correo le llaman.

—Pero... No...¿Una carta? ¿Con puño y letra? —de repente mi respiración dejó de seguir su ritmo habitual. Abrí la ventanilla del auto esperando que el viento calmara mi estado de nervios.

—Pudo solo haber enviado un WhatsApp pero una carta es un detalle más...real, no sé. En fin, que no deberías extrañarte. Milly es de esas chicas que le gusta sorprender —Doja colocó sus dedos sobre el botón de la radio pero antes de que pudiera presionarlo la tomé de la muñeca —. Michel, ¿qué pasa contigo? —cuestionó.

—¿Era su letra? —continué mi interrogatorio pese a que estoy consciente de que está alarmada por mi instintivo comportamiento.

—Claro. ¿De quién sería si no? —alzó la voz. Movió el brazo logrando zafarse de mi agarre —. Hay más formas de insinuar que no te gusta la música. Ahórrate lo del moretón —al mirar a su muñeca la noté rojiza. Me sorprendí de mi propia fuerza.

—Es imposible —murmuré.

Emily no escribió esa carta. Eso está claro.

Pero quién diablos pudo imitar tan bien su letra para que su mejor amiga lo creyese. Cuál de todos los chicos pudo haber hecho eso y cómo. Briana delató sus habilidades y no mencionó a ningún imitador caligráfico.

Tuve el instinto de disculparme con Doja, al fin y al cabo ella no es culpable de nada y terminé desquitándome con ella. Separé mis labios pero antes de pronunciar palabra un gruñido abandonó los suyos en tanto analiza el daño que le provoqué, consecuentemente volví a unirlos sumamente apenada.

Démian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora