IV. LA CARTA

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{THE WALKING DEAD}

{THE WALKING DEAD}

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—LA CARTA—

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CARL.

SOLO SENTÍ PAZ. Todo el dolor se acabó, todo el sufrimiento se acabó y pude sentir de nuevo la tranquilidad.

Estaba muerto, pero tranquilo.

Mi cuerpo mugriento, enfermo y sin vida seguía tirado en el piso, ahora con un agujero atravesando mi cráneo. Eso no me importó, no me importó una mierda ver mi cuerpo sin vida tirado en el suelo como si no fuera nada, lo que me importó fue el cuerpo que se encontraba sobre el mio.

Era ella y su sufrimiento puro, que tras apretar el gatillo y matarme, lo había dejado salir como un chorro incontenible de dolor y lágrimas.

Su llanto era tal que temblaba sobre mi pecho.

—Lo siento.—sollozo acunando mi fría cara entre sus manos, marchándose de mi sangre en el proceso.

Se quedó mirando mi cara por unos segundos, colocó correctamente mi pelo y después de secar sus lágrimas con su brazo cogió la pistola y se levantó.

Ronin se dirigió a pasos lentos hacía la salida, apretando la pistola entre sus manos y secándose sus últimas lágrimas.

—Se lo dije.—murmuró cuando salió por la puerta.

Tanto Michonne como mi padre la miraron entre lágrimas y cuando vieron como ella miraba la pistola y sus manos estaban manchadas de sangre, mi padre soltó un suspiro tembloroso.

—Tenemos que enterrarlo, no voy a dejarlo ahí.—sentenció mi padre.

Se levantó bajo la atenta mirada de las dos chicas y fue a por las palas.

***

Los tres cavaban un agujero en la tierra bajo el sol de un día nuevo, mientras todo estaba en silencio y lo único que se oía era la tierra removerse.

Tras colocar la cruz sobre mi tumba lo único que quedó entre ellos fue el silencio. Michonne se alejo descargando su enfado con los caminantes, mi padre miraba la pistola que me había quitado la vida como si fuera algo demasiado importante y Ronin estaba en el suelo se miraba las manos aún cubiertas por mi sangre.

Se pasearon por cada casa, buscando cosas útiles y necesarias, cosas que pudieran ayudarles en el viaje, y los caminantes cada vez eran más.

Sin embargo, cuando estaban cargando la furgoneta para marcharse Ronin vio aquel celador donde tantas veces nos habíamos sentado y estaba ardiendo.

—Os gustaba ese sitio, ¿no?—Michonne noto la mirada conmocionada de Ronin y se atrevió a romper ese silencio.

Sí, sí nos gustaba ese sitio, me gustaba ese sitio. Me recordaba a ella y a ella le recordaba a mi. Y ese recuerda se estaba destruyendo.

SILENT || CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora