Ella siempre estaba en silencio, en un mundo donde los gruñidos son la banda sonora, hasta que él la hizo gritar.
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—ALCANTARILLAS—
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CARL.
ESTÁBAMOS EN ALEJANDRÍA. El camino de vuelta tras el incidente con los caminantes fue silencioso y rápido.
Ronin y yo colamos a Siddiq con facilidad y lo guiamos hasta una de las alcantarillas del lugar.
—Tendrás que quedarte aquí hasta que hable con mi padre.—dije al ver la mirada de desconcierto del chico.
Miró a Ronin y esta solo se encogió de hombros con una sonrisa.
Dejamos a Siddiq con lo necesario en las cloacas y volvimos a casa.
—Creo que los dos necesitamos una ducha.—dije mirando nuestros cuerpos, ambos teníamos sangre y suciedad por todas partes.
—Si eso creo.—dijo ella mirando con asco su cuerpo.—¿Quieres que-..—la corté.
—Nos vemos, en un rato.—dije mientras ya me estaba alejando de ella hacia mi casa.
Me duché lo más rápido que pude y fui a preguntar donde estaban todos. Todavía no habían vuelto y Michonne también se había ido, solo me quedaba Judith.
***
Estaba con ella en el porche tomando el aire y dibujando cuando apareció Ronin, con otra ropa diferente y mucho más limpia.
—¿Donde estabas?—preguntó con los brazos a la espalda y con cara de pocos amigos.
—Ayudando.—respondí casi sin mirarla.—Todos se han ido.—puntualicé.
—Lo sé.—recalcó.—Yo he estado ayudando a Siddiq en las cloacas, gracias por preguntar.—dijo fingiendo molestia a la vez que se sentaba a mi lado.
—¿A que no es tan horrible?—me burle de ella mientras limpiaba las manos sucias de mi hermana.
—Por el momento no.—respondió sin ser capaz de darme la razón por completo.—Además me ha dejado hurgar entre sus cosas.—siguió con una sonrisa malévola.
La mire enfadado.
—¿Por qué has hecho eso?—proteste.
—Porque, obviamente, no me fiaba de él.—siguió con la sonrisa, dejando de lado mi regaño.—El caso es que tenía esto.—me mostró una cámara de fotos instantáneas.
Mis cejas se alzaron y una pequeña sonrisa me surgió de la boca.
—¿Quieres que te haga una foto?—la pregunté aún con la sonrisa.
—En realidad creo que a tu padre le encantará tener una foto de sus dos hijos preciosos.—a la vez que decía esas palabras acariciaba las mejillas de Judith, quien la miraba con una gran sonrisa.